El cadáver del cazador estaba tan oculto que «lo pisaron y ni se enteraron de que lo estaban pisando»

J.A.J./Toledo
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Citas como ésta fueron captadas por escuchas efectuadas por la Guardia Civil en conversaciones telefónicas y con un micro en el coche de 'El conejo'. La tumba de Fernández Muñoz quedó tan disimulada que sin ayuda de 'Flores' no se habría encontrado

«Lo pisan y ni se enteran de que lo están pisando». Esta afirmación hecha por Rufino González ‘El conejo’ mientras se investigaba la desaparición del cazador de Belvís Antonio Fernández Muñoz refleja hasta que punto llegaron a confiar  él y el otro acusado, Flores Alba, que la Guardia Civil no llegaría a averiguar dónde habían sepultado a quien, en realidad, habían asesinado. Con lo que no contaron fue ¡que el Instituto Armado, con el correspondiente mandamiento judicial, escuchó y grabó este tipo de conversaciones que esperaban hacer en la intimidad. Ahora, estas grabaciones son una prueba de cargo contra ellos en el juicio por Jurado que se efectúa en la Audiencia Provincial.

La segunda jornada de la vista ha servido para conocer éste y otros detalles de la investigación de este suceso, en los cuatro meses y medio que pasaron entre el momento en que se perdió la pista de Fernández Muñoz, el 30 de septiembre de 2013, y el descubrimiento de sus restos, el 14 de febrero de 2014. Para ello, han testificado ante el tribunal los guardias civiles que participaron en las pesquisas. Y su conclusión fue que el crimen fue efectuado por los dos acusados, siendo ‘El conejo’ «la voz cantante» y el autor del tiro a la cabeza del cazador, mientras ‘Flores’ fue un cooperador necesario para preparar, efectuar y ocultar el asesinato en todo ese tiempo.

A pesar de que el asunto fue investigado originalmente como una desaparición, con la hipótesis inicial de que la víctima continuaba viva, desde los primeros días hubo indicios que hacían pensar que algo raro le había pasado. El primero fue que los acusados, las últimas personas que aseguraron verle con vida, dijeran que éste les afirmó que quería quedarse de noche a seguir cazando porque un amigo le iba a recoger de madrugada. El problema viene porque aquel 30 de septiembre fue uno de los días con más precipitaciones de aquel 2013, y los guardias corroboraron que Fernández Muñoz jamas cazaba si llovía.

Las siguientes sospechas llegaron con las pegas que pusieron los acusados a participar en la búsqueda, llegando a acudir tarde al inicio de los rastreos en el coto Los Baños. Un agente, que acompañó a ‘Flores’ en esa batida, habló con él para pedirle que contara la verdad de lo que le había pasado al cazador. ‘Flores’, según explicó el guardia en el juicio «casi empezó a llorar» y parecía que iba a relatar todo lo que sabía. Pero, tras cruzar su mirada con ‘El conejo’, «se rehizo» y se cerró en banda, «por temor» a Rufino González.

Las esperanzas de que el cazador siguiera vivo se agotaron a mediados de octubre. Un agente encontró en el coto restos de documentación y ropa ensangrentada semienterrados tras intentarse su quema, identificados como propiedad del desaparecido. La lluvia reblandeció el terreno y unos jabalíes, al olor de la sangre, los terminaron de destapar.

Este fue el único error en la ocultación del delito, pero suficiente para iniciar su esclarecimiento. La Guardia Civil empezó a excavar metódicamente el primer hallazgo y descubrió una red de pequeños zulos, formados por cajas de electricidad y tubos de PVC herméticamente cerrados y ocultos en un terreno lleno de arbustos. En estos escondrijos hallaron armas, munición y otros útiles para la caza furtiva, y algo más. Se trataba del rifle, los machetes y otros objetos de Fernández Muñoz. Su buena conservación hizo pensar que se habían sustraído.

El Instituto Armado intervino los teléfonos de ‘El Conejo’ y su entonces novia, la ciudadana rumana Gabriela H. Y además, instaló un micrófono en el viejo todoterreno de Rufino González. Estas escuchas sirvieron para captar una serie de conversaciones incriminatorias entre estas dos personas y ‘Flores’, sobreseyéndose la causa contra la mujer sólo porque le amparaba su relación de pareja ante una posible acusación de encubrimiento.

La lista de afirmaciones incriminatorias de ‘El conejo’ es extensa. Por  ejemplo tranquilizó a  ‘Flores’ sobre un posible hallazgo del cadáver, diciendo que no se le podría identificar porque «se lo habrán comido los gusanos...Ni habrá ADN». ‘Flores’, normalmente, asentía en estas charlas, pero llegó a advertir a Rufino González que «no cuentes nada por los bares», alarmado tras salir publicado en la prensa el hallazgo del rifle de la víctima». Gabriela también avisó a ‘El conejo’ de que «los guardias están pendientes de ti. Si le sale de la tierra al banquero -la víctima trabajó en Caja Madrid- un cacho...», y soltó una siniestra risotada.

El 14 de febrero de 2014, los tres implicados fueron detenidos. Los agentes reconocieron que, sin la colaboración de Flores, la tumba del cazador nunca habría sido hallada. Estaba oculta en una zona de matorral, sin que la tierra pareciera removida y, para disimularla aún mejor, se plantaron encima unos arbustos.

 

La Guardia Civil impidió que los acusados hicieran un picnic a 100 metros de la tumba.

Un episodio da idea de la sangre fría con que se comportaron los implicados en el crimen del cazador mientras la Guardia Civil hacía sus pesquisas. Un mes después de perderse el rastro de Fernández Muñoz, un agente sorprendió a ‘El conejo’, ‘Flores’, Gabriela H. y su madre cuando empezaban un picnic en el coto Los Baños. El guardia obligó al grupo a volverse a casa, para que no interfirieran en la búsqueda del entonces desaparecido. Tiempo después, supieron que  los acusados pretendían merendar a 100 metros de donde habían enterrado a su víctima.

Pese a las explicaciones del agente, este recordó en el juicio  el cuajo de ‘El conejo’ al quejarse. «El cabrón e hijo puta de Antonio (la víctima) estará follando con dos negras», declaró el guardia que dijo el acusado.

‘El conejo’ quiso volar un club de alterne.

El juicio sirvió también para repasar el expediente delictivo de ‘El conejo’. Destaca una detención por un intento de atentar con explosivos contra un prostíbulo de La Nava de Ricomalillo en 2006. A esto se suma una detención más reciente junto a ‘Flores’, en enero de 2014, por robar gasóleo en una gravera.

El resto de antecedentes son delitos e infracciones de poca monta, como sanciones de tráfico y la falsificación de un sello de ITV en la documentación de su todoterreno.Incluso, se le descubrió con su socio robando 17 euros en comida de un supermercado de Talavera. A esto se suman  las sospechas sobre furtivismo, aunque los guardias jamás le pillaron con una escopeta en las manos.