El torreón de Gerado Lobo vuelve a ser reubicado en su espacio original

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Los trabajos del montaje en su fábrica original están siendo ejecutados porque la intervención de construcción del remonte ha terminado

El torreón de Gerado Lobo vuelve a ser reubicado en su espacio original - Foto: Víctor Ballesteros

La finalización de las labores destinadas a la cimentación de la estructura en la que se ha insertado  el ‘cajón’ en el que irán las escaleras mecánicas del remonte de Safont, ha propiciado el inicio de los trabajos de montaje del cubillo de la calle Gerardo Lobo, cuyos elementos están actualmente siendo reubicados con esta reconstrucción. La intervención, que cuenta con un buen ritmo de trabajo, no ha necesitado ningún tipo de modificación en el proyecto inicial, ya que antes de producirse el desmontaje se realizó una documentación exhaustiva del mismo por parte del equipo arqueológico responsable.

Sobre el procedimiento llevado y cabo, el arquitecto de Gicaman, Antonio Álvarez destacó en su día que «las catas previas a la obra se realizaron con sumo cuidado y el arqueólogo que las supervisó, Juan Manuel Rojas, ha estado presente en todo momento».

Se refería a las labores efectuadas en la zona el verano pasado, ya que fue el arqueólogo Jorge Morín el responsable de la intervención centrada en el desmontaje del torreón. En este sentido, explicó el arqueólogo que cada una de las piedras están siendo «restituidas tal como estaban».

En cuanto a esta actuación, Morín realizó una fotogrametría del cubillo «con el fin de obtener un dibujo a detalle de la construcción» para, con posterioridad, efectuar una selección de los elementos singulares de su fábrica «como los sillares y determinados elementos de la mampostería careada realizados en granito».

Estos elementos fueron numerados mediante la utilización de una grúa pluma, rotulándose con pintura al temple de color blanca, lo que está permitiendo su eliminación con un simple cepillado con agua. Todo este proceso, controlado por el arqueólogo, está permitido obtener datos sobre la construcción del cubillo y su cronología que serán, a buen seguro, de interés para aumentar el conocimiento de la zona y de las intervenciones en ella desarrolladas.

Sobre la historia del cubillo. La actuación proyectada por el equipo responsable -integrado por el arqueólogo Jorge Morín y el arquitecto José Ramón González de la Cal-  afecta a lo que ellos consideran «un torreón que no forma parte de las fortificaciones de la ciudad». De hecho, apuntan que éste «no aparece recogido en las vistas históricas y tampoco en las planimetrías», por lo que «parece tratarse de un contrafuerte para sujetar el acceso

superior, ya que se encuentra en una zona donde confluían las aguas de la parte superior de la ciudad».

En este punto, y puesto que las últimas transformaciones en las fortificaciones de la ciudad se produjeron cuando Carlos V la convirtió en la ciudad imperial, lo que generó cambios en las Puertas de Bisagra y el Cambrón, desde entonces la imagen de las murallas quedó fosilizada y así se puede observar, apuntan los autores de la intervención, a través del estudio de las diferentes vistas de la ciudad, como la de Antón van den Wyngaerde realizada en el año 1563 o en la ‘Vista y plano de Toledo’ de El Greco realizada entre los años 1606 y 1614. En ellos «puede seguirse la práctica totalidad del trazado y los diferentes elementos que aún definen las murallas de nuestros días».

Así, y teniendo en cuenta que las labores desarrolladas en la actualidad se sitúan en las inmediaciones del tramo de murallas que cerraba el arrabal de San Isidoro entre la Puerta de Bisagra y las ruinas del convento de San Pablo del Granadal, destacan en este sector la Torre de la Reina, la Torre de Antequera o Almofala, la Puerta del Vado, Puerta Nueva y una torre pentagonal.

Sobre las torres de la Reina, se trata de un conjunto de torres que se localizan al este de la puerta Nueva de Bisagra, una parte de la muralla con diferentes cronologías como se puede apreciar en la utilización de técnicas constructivas y plantas muy diferentes. La torre de Antequera es una torre albarrana construida para controlar el vado del Tajo, y la conocida Puerta del Vado, en las inmediaciones de la Puerta Nueva, corresponde a las obras de fortificación llevadas a cabo a finales del siglo XII, principios del XIII. Muy cerca de esta zona de la muralla se concentraba el gremio de alfareros, que durante siglos ocuparon estas zonas del arrabal exterior. Como curiosidad, cabe apreciar que «el material defectuoso era arrojado a los testares que crecían junto a la base de la muralla».

Este proyecto, junto a las investigaciones y hallazgos de los últimos años, denota que las fortificaciones son el reflejo directo de un marco político, y que sus sucesivas modificaciones son el resultado de los cambios en la situación política, social, económica y cultural que ha ido sufriendo la población.