Pinturas del XVI retornadas

c.m. | TOLEDO
-

as dos escenas son de una «muy buena calidad» y previsiblemente fueron diseñadas y pintadas a finales del siglo XVI, ya que el primer grafiti -estampado durante una intervención- está fechado en 1744

Pinturas del XVI retornadas

redacciontoledo@diariolatribuna.com

Nada más certero que contemplar el antes y el después de una intervención que, a juzgar por los resultados, ha sido compleja, cuidadosa y meticulosa. Los restauradores Miguel Ángel Bonache y Rosa Plaza han sido los artífices de la labor realizada en las pinturas aparecidas hace ya cinco años -cuando se intervino en la fachada del edificio de Amador de los Ríos, 2- y reservadas para un momento más propicia. La ocasión llegó con la adjudicación, en octubre del pasado año, del proyecto de ‘Acondicionamiento del entorno urbano de la Plaza de Amador de los Ríos’ por parte del Consorcio.

- Foto: Javi Pozo En esta actuación, fijada en 155.645 euros, se integró el trabajo destinado a la recuperación de esta original fachada. Esto es, a la puesta al día de dos pinturas de temática religiosa insertadas en dos hornacinas que dan al exterior.

Halladas entonces de manera absolutamente casual, este testimonio pictórico fechado «previsiblemente a finales del XVI o principios del XVII» ha sido recuperado con entusiasmo y paciencia aportando, con ello, datos desconocidos hasta el momento sobre la existencia de una «decoración de muy buena calidad en los dos momentos de creación, ya que hay una composición subyacente» que, por las pistas dejadas en algunos fragmentos que están cortados a inglete, «indica que darían la vuelta al edificio».

Lo que propiciaría una visión «espectacular del último cuerpo del inmueble dotado de colores y de imitaciones de pilares con el fondo de las pinturas». Lo conservado son las pinturas del fondo y los laterales que son fingidos con marmolizados, con vetas, jaspeados, cambios de colores y casetones.

Sabedor el equipo de trabajo, dirigido por el arquitecto Manuel Serrano y completado por el arqueólogo Carlos Barrio, de que hay que desentrañar muchos interrogantes en torno a la disposición de las pinturas y a la importancia del edificio -ya que no hay paralelos en Toledo-, de momento y a la espera de que el arqueólogo pueda aportar algunas pistas al respecto, indagando en el Libro de Fábricas en la Catedral, sólo se puede dar por seguro que se trata de unas pinturas de temática religiosa creadas para la fachada del hospital llamado de la Visitación -vulgarmente conocido como el Nuncio- antes de 1744.

Esta es la primera de las fechas estampada en uno de los dos grafitis hallados, la segunda remite a 1833, y ambas se corresponden a las distintas reparaciones que se realizan en las pinturas, por lo que es lógico que la decoración estuviera amortizada antes de proceder a las intervenciones. Esto es, pudieron ser creadas a finales del XVI. A esta evidencia, se une que las pinturas están sobre una moldura horizontal que sería el remate del edificio del siglo XVI que, parece, se desmontó en su cubierta para elevar un cuerpo.

Así, y fechando la obra pictórica en este intervalo, mucho tienen que decir de su origen y destino los materiales utilizados en estas pinturas. De hecho, los restauradores han confirmado en los fragmentos tratados -en los que han podido contemplar los estratos- «la existencia de fondos de oro de muy buena calidad», lo que sitúa su creación en fechas más tempranas al XVII, lo que unido a la utilización del color azul, «que es muy predominante en las dos pinturas», ratifica la idea de que era un pigmento muy caro y de que su utilización, por tanto, se destinaba para edificios importantes.

Además, y sobre su datación, decir que en una de las pinturas, la que corresponde a la figura que está con la mano en el pecho vestido de jesuita, se observa una composición anterior «en una posición mucho más medieval».

un puzzle de 400 piezas sin patrón. Los responsables de la restauración de las dos pinturas se encontraron con que el estado de conservación de una hornacina y la otra «era muy distinto» ya que la situada a la derecha del balcón central «estaba muy machacada» debido a que esta pared se rompió desde el interior de la vivienda para hacer una reforma. Por suerte, los fragmentos cayeron en el suelo de la cámara bufa con la que se escondieron y pudieron ser recogidos. En cuanto a la pintura de la derecha no se encontraron los restos que faltaban.

Así, y una vez recuperados todos los trozos, cerca de 400 de distintos tamaño, se clasificaron por colores para iniciar una reconstrucción «a ciegas» porque no existía documentación de lo que allí estaba representado.  Sin embargo, la paciencia y la vocación arqueológica de Bonache y Plaza posibilitaron la consecución del reto.

Durante este trabajo realizado en taller, sólo apuntar -a modo de muestra- que cada uno de los  fragmentos se trató de forma individual, limpiando cada uno para reconocer lo que conservaba y consolidándolo por detrás. Al final, y pensando que iban a volverse locos antes de conseguirlo, las piezas del puzzle fueron dando la cara y ellos se iban «emocionando a medida que reconocíamos los elementos». Tanto se animaron con lo logrado en torno a las figuras, que abordaron la recomposición del cielo «pensando que no íbamos a poder con él porque parecía una tinta plana de azul», pero «tenía matices de azules y violetas» que acabaron hallándolo.

Al final se pegaron los trozos, se nivelaron por detrás con un mortero de restauración, y se colocaron sobre un soporte inerte que fue trasladado a la hornacina. Por supuesto, antes se tuvo que tratar la pared -muy reparcheadas y construida con una amalgama de materiales sencillos y diversos- para poder encajar la parte recompuesta de manera perfecta y sin tocar la pintura.

Pues bien, ahora ambas pinturas pueden contemplarse con claridad gracias a este empeño y a un proceso de consolidación en el que, como es habitual, se ha fijado la pintura, se ha limpiado, y se han reintegrado las lagunas con tintas neutras. Hay que decir que donde tuvieron paralelo se replicó la composición (como en las jambas) mientras que en las partes en las que no existía  modelo se aplicó una tinta integrada y reconocible.

En cuanto a la temática de las imágenes, en la de la izquierda aparece San José y la Virgen pero no se entiendo muy bien el significado de la misma. Y es que aunque aparece una palmera que sugiere la escena de la huida a Egipto, la inexistencia del niño lo desmiente, y si se tiene en cuenta que el nombre del hospital era la Visitación y se trataría de la visita de la Virgen a su prima, la presencia de San José lo niega. Además de esta incógnita, cabe destacar que en la pintura aparece una subyacente en la que «se reconoce muy bien una cara, creemos que femenina, con un tipo de gorro que es como una toca», lo que pudiera interpretarse como la representación de una monja o de una mujer mayor.

En cuando a la pintura peor conservada y que, en principio, peor factura presentaba, se ha descubierto un jesuita con la mano en el pecho, además en ella se exhibe la jamba más completa.