La visión de cuatro propietarios de pisos turísticos

Álvaro de la Paz
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Blanca Sanz, Ricardo Sánchez, Ismael García-Tenorio y Sergio Martín hablan de sus experiencias

Ismael García-Tenorio. - Foto: Víctor Ballesteros

Blanca Sanz: «Familias de clase media pueden viajar, conocer la ciudad y alojarse dignamente»

La zona cero de Toledo es su hogar y no quiere seguir el mismo camino del adiós que han transitado tantas amigas cansadas de incomodidades. «He vivido toda mi vida en el Casco histórico y no me quería ir de aquí. Es que me chifla este barrio», cuenta Blanca Sanz. Posee ocho pisos vacacionales pero comparte la propiedad de todos ellos con sus tres hijos. Los cuatro participan de una actividad que la cabeza de familia tuvo que asumir tras enviudar hace 45 años.»No lo elegí, me vino así», asegura.

«Todo el mundo me decía que lo vendiera y me fuera. Pero aposté por quedarme. La casa era mía y de mi hermano, me quedé con casi toda su parte. Pedí mucho dinero al banco y me puse a arreglarla», rememora sobre su origen en el sector. Sanz hospedó a estudiantes de todo el mundo, sobre todo «a americanos». Dice haberles tratado «como a hijos». Con aquella aportación adicional y «mucho sacrificio» iba devolviendo el dinero que había solicitado prestado.

Blanca Sanz.Blanca Sanz. - Foto: Ví­ctor BallesterosTras años de alquileres de estudiantes, «había que rehacer de nuevo las casas». Los pisos habían sufrido el lógico deterioro del paso del tiempo y de su uso frecuente. «Volví a pedir más dinero al banco y empecé a deshacer todo y a hacerlo de nuevo». El tamaño de la deuda se hizo mayúsculo. Afortunadamente, Sanz conseguía alquilar los pisos al poco tiempo de tenerlos arreglados. «Entonces surgió la posibilidad de los apartamentos turísticos», detalla.

Uno de sus hijos le animó a embarcarse en este tipo de alquileres. «Mamá, vamos a probar con un piso», dice que le dijo. La experiencia resultó satisfactoria. Según iban vaciándose el resto de sus propiedades por la finalización de sus contratos, Sanz los ponía a disposición de los demandantes de alquileres vacacionales en Toledo. No faltó la «incertidumbre» en aquellos inicios, ni la confusión ligada a los trámites burocráticos exigidos. «Me decían que era muy loca por el riesgo que asumí», remarca la propietaria.

Las inversiones de Sanz han posibilitado que sus hijos parados encuentren empleo en este ámbito.  «Tenemos, además, otras dos empleadas». Cuando se le pregunta por la principal aportación que este tipo de hospedajes brindan a su ciudad apunta a esas «familias de clase media y baja que pueden viajar, conocer la ciudad y alojarse dignamente».

Sergio Martín.Sergio Martín. - Foto: David PérezSanz enumera el «trabajo creado, las tiendas, monumentos, guías, seguros, compras y profesionales» que se benefician de la actividad que generan. «La ciudad está viva gracias no a nosotros solo, pero en buena parte sí».

 

Ricardo Sánchez: «Llamé al dueño de unos pisos bajos vacíos y le planteé la idea de rehabilitarlos y alquilarlos»

A Ricardo Sánchez la falta de ingresos estables le abrió el camino del mercado de los pisos vacacionales. Preparaba una oposición, «trabajaba en lo que podía e iba justito de dinero», tanto que pensó en esta fórmula como aporte extra con el que poder para pagar el alquiler mensual a su casero. «Estaba viviendo en el Casco histórico, en una comunidad en la que había seis apartamentos. Yo estaba alquilado en la parte de arriba, los bajos estaban abandonados», recuerda.

Sánchez se topó con un piso Airbnb durante uno de los pocos días de asueto que podía tomarse. «Pensé que estos pisos podían ser una novedad», explica. Su idea tenía como meta el «intentar sobrevivir» y convertir el dinero recibido en ayuda para su alquiler pendiente. «Contacté con el dueño de los pisos vacíos de los bajos y le planteé la opción de alquilarlos yo, poniendo una cláusula de subarrendamiento». Adecentó aquellas fincas en desuso prolongado. «Así empezó la cosa».

Ricardo Sánchez.Ricardo Sánchez. - Foto: Víctor BallesterosAhora rehabilita un piso en la calle del Ángel. Trabaja en el arreglo del interior y en su puesta a punto pensando en los inquilinos futuros. «Al ver que esto empezaba a funcionar, hablé con mis padres y les pedí un préstamo para comprar un local próximo que estaba echo polvo y se vendía barato». Con aquel inmueble siguió el mismo patrón: obras para remozarlo y renovar aquello que fuera necesario, que era prácticamente todo salvo la misma estructura. La inversión era importante y los teóricos beneficios, un simple supuesto.

«Era la antigua chuerrería del barrio», detalla Sánchez. Consiguió su cambio de uso y comenzó a llamar a todos los profesionales necesarios para ofrecer un alquiler vacacional digno de tal nombre. «Di trabajo a constructores, fontaneros, herreros, carpinteros y electricistas. Y todos son de aquí, de Toledo». Los propietarios exhiben su cercanía con el tejido económico más próximo. Proclaman su apuesta por el barrio, tanto por la regeneración de sus edificios abandonados como por la contratación de los servicios profesionales que en él se prestan.

Su trayectoria en este sector abarca poco más de «dos años y pico». Sánchez no ha lidiado aún con  problemas de convivencia provocados por sus arrendados. El grueso de los inquilinos de sus dos pisos son parejas. «Lo monté muy romántico, tiene una parte que es una cueva». La mayor parte de su público procede de España, aproximadamente dos terceras partes del total. Entre los foráneos ha  contado «más de 50 nacionalidades diferentes». La estancia habitual en los inmuebles de Sánchez es de dos días.

 

Ismael García-Tenorio: «La actividad no es la gallina de los huevos de oro: no hay empresas detrás, somos toledanos»

Ismael García-Tenorio encontró una manera de ganarse la vida administrando un edificio familiar en la calle Cadenas. El inmueble contaba con nueve pisos y tres locales. Sus inquilinos lo eran por alquileres de larga duración. «Estaba teniendo problemas con algunos», detalla García-Tenorio. Una parte de los moradores destrozaban las casas y para reparar las partes perjudicadas, el propietario necesitaba emplear «lo que se había ganado en un año o dos de arrendamiento». Se puso en contacto con propietarios de pisos vacacionales. «Me dieron la idea de arreglarlo: pusimos tarima en el suelo; mi padre, que es pintor, añadió óleos, con mi madre hicimos toda la decoración. Ahí empezamos a probar».

La experiencia con los tres apartamentos que dedica al alquiler para ocio choca con el tópico extendido, el del lucro incesante y excesivo. «Esto no es la gallina de los huevos de oro», proclama García-Tenorio. «La gente que viene a este tipo de alquileres, al menos en mi casa, suelen ser familias o grupos de amigos». Sus apartamentos tienen capacidad para seis personas. El último ha sido abierto hace apenas unos meses. Mayor tamaño tampoco ha significado problemas para la convivencia con los demás vecinos. 

El propietario reivindica la utilidad de los alquileres por día en favor de la calidad de los propios alojamientos. «Los mantenemos mucho mejor porque al ser reservas cortas podemos hacer reparaciones constantes y, por tanto, pequeñitas. No llega a haber una degradación del apartamento tan grande como con los alquileres tradicionales». El total de los trabajos de mantenimiento y auxiliares del piso los encarga a empresas toledanas, del Casco histórico la mayor parte de ellas.

El renacimiento del barrio es otro de los beneficios asociados a esta forma de hospedaje. «Sólo tienes que ver cómo estaba el Casco hace años: había un montón casas sin arreglar, vacías». García-Tenorio alaba «la experiencia única» que supone para el viajero dormir en el corazón de «una ciudad maravillosa».

No cree que la pujanza del sector esté quitando apartamentos para el alquiler de larga duración. Al contrario, arguye cómo la reactivación económica y los nuevos empleos, de los que se saben partícipes en una parte, han devuelto el interés por la parte monumental de la ciudad. Además, presume de arraigo con la urbe. «Lo que alguna gente no quiere ver es que somos toledanos, que vivimos en el Casco».

«Se nos ha demonizado, pero detrás de nosotros no hay una gran empresa», remacha García-Tenorio, pequeño propietario que se autoemplea como casero de apartamentos vacacionales. «Mucha inversión para pocos beneficios».

 

Sergio Martín: «El turismo que viene no es de borrachera; es familiar, cultural y de caminar todo el día»

La posibilidad de dedicar un inmueble al alquiler vacacional surgió de su propia experiencia como viajero acompañado de la familia. Sergio Martín conoció esta fórmula de alojamiento en lugares alejados de Toledo. Allí se topó con una «experiencia que había sido muy positiva». Las bondades de la oferta le permitían pernoctar cerca de sus hijos, sin exceder un presupuesto ya inflado al tratarse de cuatro personas y aprovechando la información provista por su casero. «Tengo dos hijos y si elegía irme a un hotel podía encontrarme con que no tuvieran disponibilidad de una estancia para todos. Y si cogía dos habitaciones el viaje se encarecía».

El problema recurrente para las familias de cierto tamaño inspiró a Martín. «Vi que en Toledo había potencial para desarrollar la oferta», cuenta. Adquirió una vivienda, paralela a la calle Comercio, en un edificio carcomido por el paso del tiempo y la desatención de su antiguo dueño. Había goteras y el estado del tejado era deficiente. «Hicimos una obra integral de la reforma». El coste superó los varios miles de euros, pero el esfuerzo permitió la recuperación del inmueble. «Estamos mejorando las viviendas que hay en el Casco», proclama Martín, mientras señala cómo las ofertas para uso turístico no han limitado el stock de viviendas para el tradicional uso residencial.

Martín celebra el trato que establece con sus inquilinos y alude a su propia condición de prescriptor tanto de las bondades de la ciudad como de su oferta gastronómica. El propietario señala al «trato más personalizado» que brinda a sus clientes, una relación que incluye una comunicación fluida a través de WhatsApp. «Es una familia a la que tienes que mimar», dice. Entre sus funciones paralelas a las del mero arrendamiento están las de hacer propuestas de visitas, encontrar aparcamiento económico y realizar, con su coche, viajes hasta el Valle buscando la foto tópica del perfil de la ciudad monumental. «Es una relación más cercana que la que se presta en la recepción de un hotel, hay más tiempo de contacto con el huésped», cuenta.

La relación con sus clientes también genera beneficios dentro de la zona cero de Toledo. «Al final somos prescriptores de la hostelería del Casco», incide Martín. Cuando quienes se alojan en su piso le piden lugares para comer o tomar algo, el toledano les recomienda establecimientos familiares y vinculados al barrio. Además de la condición familiar de sus inquilinos, Martín aplaude las buenas formas de los que llegan hasta su casa. «No es un turismo de borrachera, es familiar, cultural y de estar todo el día caminando en la calle».