La concesionaria del parking limita la accesibilidad del remonte

i. g. villota | TOLEDO
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Una valla se interpone en el camino hacia los ascensores del aparcamiento del Miradero, dificultando el recorrido para las personas con problemas de movilidad. Las puertas de los elevadores tienen un sistema de bloqueo

Los elevadores ubicados al lado de la terraza del Miradero ni siquiera tienen cartel, pero sí el sistema de bloqueo de puertas. - Foto: yolanda lancha

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El concepto de accesibilidad es claro. Consiste en otorgar a una persona la posibilidad real de entrar, permanecer y recorrer un lugar con seguridad, comodidad y la mayor autonomía posible. El remonte de Safont nació como una prolongación de las escaleras mecánicas del Miradero para facilitar el acceso al Casco. Y por eso, además de las escaleras, dispone de un ascensor para las personas con movilidad reducida. Sin embargo, los usuarios se encuentran con una barrera al salir de él, cuando pretenden enlazar con el elevador del aparcamiento del Palacio de Congresos para llegar a la calle.

Los usuarios se encuentran con una valla cuando salen del ascensor del remonte y pretenden coger, por el interior, el del aparcamiento del Palacio de Congresos. / fotografías: yolanda lanchaLos usuarios se encuentran con una valla cuando salen del ascensor del remonte y pretenden coger, por el interior, el del aparcamiento del Palacio de Congresos. / fotografías: yolanda lancha - Foto: yolanda lancha La empresa concesionaria del parking ha instalado una valla -sujeta con bridas- que obstaculiza la puerta de acceso al aparcamiento y, por tanto, al ascensor ubicado en el interior del mismo, a unos 50 metros de la puerta.

A partir de ahí, el recorrido se complica. Sin la existencia de esta barrera, los usuarios podrían salir del ascensor del remonte y llegar al elevador del parking siguiendo un itinerario recto de unos 80 metros.

Sin embargo, con la valla obstaculizando el paso, deben continuar su camino en dirección al primer tramo de escaleras mecánicas del Miradero y, posteriormente, realizar un zigzag por el interior del aparcamiento hasta el ascensor. Las señales indicadoras, brillan por su ausencia.

Si consiguen llegar hasta allí, el periplo continúa. Subirán en el elevador hasta llegar al paseo del Miradero, justo donde se encuentra el bar-terraza y la recién estrenada zona chill-out para, desde allí, recorrer unos 100 metros hasta llegar al inicio del paseo y, un tiempo después, a la plaza de Zocodover. Podrán subir, pero el camino a la inversa presentará más obstáculos.

Bajar sí, subir no. Si desean bajar en dirección a la ronda del Granadal, las complicaciones aumentan, puesto que la concesionaria también ha instalado un sistema de bloqueo en las puertas de los elevadores, como el de los cajeros automáticos, que solo se desbloquea si los usuarios pasan una tarjeta o un tique, que tendrán si han aparcado sus vehículos en el interior.

 ¿Y si no lo han hecho porque han subido desde la ronda del Granadal por el remonte o han enlazado en Gerardo Lobo, donde también existe una entrada? Entonces, las puertas permanecerán cerradas y lo más fácil es que se vuelvan locos y crean que no pueden utilizar la infraestructura.

No en vano, solo en uno de los dos ascensores del parking hay un cartel informativo que insta a las personas con movilidad reducida a llamar para que les abran las puertas, de manera telemática, si no disponen de resguardo.

En el ascensor anexo a la terraza del Miradero no encontrarán ninguna información al respecto, solo el ‘cerrojazo’. Mientras tanto, en el  elevador ubicado junto a la taquilla del Palacio de Congresos sí hay un folio blanco pegado con celo en el que se puede leer lo siguiente: «Aviso para personas con movilidad reducida. Si no dispone de tique, por favor llámenos por el cajero. Gracias». Junto al texto, aparece una señal circular amarilla con una ‘i’ de información. Y es que, justo enfrente, hay una máquina de pago que también dispone de un botón con la misma ‘i’ del folio blanco.

Apertura de puertas. Si lo pulsan, recibirán la contestación de alguno de los trabajadores de la garita-zona de control del aparcamiento que, de manera telemática, les abrirá la puerta.

Finalmente, conseguirán utilizarlo, pero para ello tendrán que leer un cartel, si tienen la suerte de escoger el ascensor que lo tiene, interpretarlo, solicitar que le abran, realizar un recorrido en zigzag por el aparcamiento del Palacio de Congresos y, finalmente, poder enlazar con las escaleras del nuevo remonte.

Un periplo demasiado complicado, que se debería simplificar. No en vano, el concepto de accesibilidad lleva implícito otros conceptos como el de hacer los recorridos lo más sencillos e intuitivos que se pueda. En estos momentos, ocurre todo lo contrario.

Quejas. El Ayuntamiento se quejaba hace unos días, por boca del portavoz del equipo de Gobierno, Rafael Perezagua, y de la edil de Accesibilidad, Maite Puig,  de la existencia de «barreras arquitectónicas» y «muchas carencias que hacen que el remonte no sea accesible para todos».

Aludieron a que los bordillos de la aceras superan los dos centímetros, que no se ha colocado la señalización correspondiente en el acceso ni en el recorrido y que tampoco se han instalado las franjas guía de orientación hacia el ascensor ni otras señales que garanticen la seguridad de los usuarios con discapacidad.

De lo que no hablaron es de los obstáculos en el aparcamiento del Palacio de Congresos, que dificultan notablemente el recorrido a las personas con problemas de movilidad que podían hacer encontrado en la obra una nueva forma de acceder al Casco.