La cerámica Renacimiento, un invento de RUIZ DE LUNA

Leticia G. Colao
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Fernando González Moreno, doctor en Historia del Arte y especialista de 'aTempora', destacó la importancia vital de la fábrica de Ruiz de Luna no sólo para recuperar el esplendor antiguo de la cerámica sino para dotarla de un estilo propio

La cerámica Renacimiento, un invento de RUIZ DE LUNA - Foto: Manu_Reino

La cerámica Renacimiento o Estilo Talavera fue la protagonista ayer de una nueva conferencia del ciclo organizado por la Asociación de Amigos del Museo de Cerámica Ruiz de Luna, en el marco de la exposición ‘aTempora Talavera. 6.000 años de cerámica en Castilla-La Mancha’. Su ponente, Fernando González Moreno, doctor en Historia del Arte y vicedecano de la Facultad de Humanidades de Albacete, además de uno de los especialistas del Comité de Expertos de la muestra, es uno de los mayores conocedores de la vida y obra de Juan Ruiz de Luna y Rojas, quien devolvió a la cerámica el esplendor de siglos pasados.

La conferencia de González Moreno bajo el título ‘La invención de la cerámica Renacimiento o Estilo Talavera’, vino a desmontar una de las grandes leyendas que rodean al arte talaverano por excelencia: la cerámica Renacimiento no procede directamente de esta época artística centrada especialmente en los siglos XV y XVI. Al contrario, sus características, diseños y colores salieron del alfar ‘Nuestra Señora delPrado’ de Ruiz de Luna, Guijo y compañía durante los primeros años del siglo XX.

Como bien explica el conferenciante, «hoy en día es algo que todavía la gente repite, se habla de la greca Renacimiento, hay un estilo que se reconoce como algo propio de Talavera, pero que inventó Ruiz de Luna». Se trata de un tipo de cerámica que no había existido en la tradición de Talavera pero él supo imponer como algo propio, como algo identitario de la producción local aún sin responder únicamente a la producción de esta época, «sino que realmente agrupa muchísimas otras cosas que no sólo son del Renacimiento talaverano como la tradición italiana, flamenca, francesa o barroca», explica.

En Talavera, lo que se conoce bajo ese apartado o serie es fácilmente reconocible por los fondos amarillos, las grandes cabezas de guerreros o damas así como las grecas o grutescos apellidados del Renacimiento que, como bien explica González Moreno, lo importa Enrique Guijo de la tradición sevillana, y nada tiene que ver con la serie azul o la polícroma, más características en este período.

Guijo, socio principal del alfar Nuestra Señora del Prado junto a Juan Ruiz de Luna, fue un pintor ceramista procedente de los alfares de la capital andaluza, de donde llega, vía Madrid, para dar forma a un movimiento artístico que crecía en esos momentos y que busca «recuperar la identidad de la ciudad, de la nación, a través de su arte y con eso promover un proceso de recuperación económica y política».

En ese momento y en este lugar se encontraba Ruiz de Luna. Tras la negativa de Emilio Niveiro a dar forma a la propuesta de Guijo, el de Noez decidió tomar la iniciativa y adentrarse en la difícil empresa de recuperar el esplendor de la producción cerámica del Siglo de Oro, la que obtuvo prestigio internacional. Y así lo consiguió, ya que sus piezas llegaron hasta Nueva York, Buenos Aires o La Habana, donde aún se conservan como grandes obras de arte.

«claves». Ruiz de Luna y su taller fueron «claves» no sólo en la recuperación de la cerámica sino también de la tradición y las técnicas que la dan forma, ya que a principios del siglo XXtan sólo el Alfar del Carmen sobrevivía en un momento en el que esta artesanía «era algo secundario en la ciudad». El taller de los Niveiro soportaba los malos momentos que atravesaba la ciudad y lo hacía entre críticas «ya que era una producción muy popular y valenciana, dicho esto de forma peyorativa».

Enmarcado en la época, dentro de una brutal crisis económica no sólo en Talavera sino en todo el país, poco después de la pérdida de las colonias a finales del XIX, el alfar ‘Nuestra Señora delPrado’ «supo aglutinar las diferentes tradiciones, elementos que se fueron incorporando desde los propios de la cerámica talaverana» y donde tuvo una importancia esencial la colección de piezas antiguas que primero reunió Platón Páramo y la que posteriormente fue adquiriendo el mismo Ruiz de Luna, hoy base de la del Museo al que da nombre.

Estas piezas, de los siglos XVI-XVIII, servían no sólo como inspiración en la fábrica sino que también ayudaban a la publicidad del negocio «ya que daba base y legitimaba la cerámica que desde allí se estaba haciendo».

Junto a ello, González Moreno destacó «la capacidad de aglutinar» del taller talaverano, junto a los innumerables referentes de los que se sirvieron para dar forma a su obra. Entre ellos los pictóricos con la maravillosa influencia de Sorolla y sus modelos lagarteranos, o literarios, como del Quijote, entre otros. Curiosamente, y a modo de anécdota, la influencia de Ben-Hur también se ve reflejada en su producción.