Cuando el pecho adorna el vestido

F. Rodríguez
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Luis Rodríguez, coronel de la Comandancia de Toledo durante los últimos diez años, recibió ayer el fajín de general de la Guardia Civil en un acto en el que se le destacó como un ejemplo para sus subordinados por su sentido de la responsabilidad

«Aquí la necesidad no es infamia; y si es honrado, pobre y desnudo un soldado tiene mejor cualidad que el más galán y lucido; porque aquí a lo que sospecho no adorna el vestido el pecho, que el pecho adorna al vestido». El final de esta octava perteneciente a Las Comedias de Calderón de la Barca, concretamente a la llamada ‘El sitio de Breda’ y que hace mención al soldado español de los Tercios, sirvió al nuevo general de la Guardia Civil Luis Francisco Rodríguez, hasta ahora al mando de el mando de la Comandancia de la Guardia Civil en Toledo, para cerrar su alocución tras la imposición ayer de su fajín de general y la entrega de sable y bastón de mando.

Luis Rodríguez no dudó en citar los versos de Calderón para ensalzar las virtudes de la Benemérita y el gran honor que para él supone vestir su uniforme, un broche de oro a un discurso con el que repasó su trayectoria en el Cuerpo tras 34 años de servicio y 5 de formación y que estuvo cargado de emotividad y recuerdos.

La ocasión lo merecía. Se despedía el hombre que ha ocupado la segunda comandancia más longeva de la provincia. Diez años de servicio desde que en agosto de 2008 cumpliera «un hito» que ahora supera tras ser ascendido a general de brigada.

«Toledo ha sido una entrañable experiencia. Ha exigido dedicación y disponibilidad, pero el reto ha supuesto una enorme satisfacción. Todo es mejorable, pero me siento orgulloso del trabajo realizado y de los resultados obtenidos», señaló el hasta ahora máximo responsable de la Guardia Civil de Toledo, que no tuvo más que palabras de agradecimiento. Las primeras al director del Museo del Ejército, Antonio Rajo Moreno, al que agradeció dejarle usar el auditorio del Alcázar ya que «nuestro acuartelamiento no dispone de este tipo de instalaciones». El que tenga oídos que escuche.

Y es que, Luis Rodríguez ha cultivado durante su carrera los valores de su profesión, y en su último acto no quiso dejar aquel que más le ha caracterizado: la responsabilidad. Con todos, con sus mandos y con sus subordinados, pero sobre todo con los ciudadanos.

En Toledo ha trabajado en un entorno duro, con una elevada tasa de delincuencia, principalmente en la zona norte de la provincia, y con muy pocos medios. Pero la necesidad agudiza el ingenio, y Luis Rodríguez ha sabido montar un grupo humano que ahora continuará su trabajo. Es el mejor legado.

Aunque  el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, Manuel González Ramos, y su padrino en el acto, el general jefe de zona de la Guardia Civil, Manuel Llamas, se encargaron de trazar un buen perfil, las palabras más emotivas del acto corrieron a cargo del nuevo general.

Biznieto de carabinero, nieto, hijo y sobrino de Guardia Civil, Recordó su paso por 16 cuarteles. No llegó a nacer en uno de ellos porque los médicos se lo impidieron a su madre por no reunir condiciones. Sus primeros pasos los dio en la puerta de un acuartelamiento, junto a su padre, Guardia Civil también. ‘El honor es mi divisa’ es la frase que todos los días leía al volver a casa, porque los cuarteles fueron su hogar y le enseñaron «el culto al honor y al legado histórico, pero también al compañerismo y la amistad».

Precisamente ahí se le quebró un poco la voz, al recordar a los compañeros que ya no están. Los que cayeron en cumplimiento del deber y a los que juró no abandonar nunca. Dos de ellos de su promoción: Gonzalo García y Diego Bravo.

En agosto de 1984 Luis Rodríguez llegó a Alsasua (Navarra), «una zona tremendamente hostil» -aún hoy- en un momento histórico muy complicado. Allí compartió profesión con su padre y se empapó de la dureza de la banda terrorista ETA. No lo olvida.

El 20 de agosto de 2000 fue otro zarpazo en su vida. Ese día fallecieron en la localidad de Sallent de Gállego (Huesca) los guardias civiles Irene Fernández y José Ángel de Jesús Encinas (natural de Talavera) mediante una bomba-lapa colocada en el coche oficial. Luis era el comandante de Huesca en esos momentos y ayer no dudó en recordarlos.

Pero sin duda, el mejor momento del acto de imposición del fajín de general llegó cuando Luis Rodríguez se acordó de su familia. De sus padres, que le enseñaron los valores que han guiado su carrera. De su mujer Feli, su mejor escolta en los duros momentos. Y, principalmente, de sus hijos, Luis y Pilar, a los que como todo padre le hubiera gustado dedicar más tiempo. No hacía falta que lo recordara. Ellos lo saben. Han heredado sus valores, los valores de un hombre honrado.