Robleño resulta herido grave por un toro en la corrida de Añover

Dominguín
-

El quinto toro de la tarde prendió al torero madrileño por la axila, por lo que tuvo que ser intervenido en la Enfermería de la plaza de toros por el doctor Carlos López

La tarde taurina de Añover de Tajo fue noticia y no por un triunfo de un torero. El matador de toros madrileño Fernando Robleño fue cogido por el quinto astado de tarde cuando estaba toreándole.

La jornada estaba apagada y aburrida por el mal juego de los animales de los herederos de Diego Puerta. Salió al ruedo el quinto de la tarde y Fernando Robleño quería triunfar por encima de todo. Tales eran las ganas que el matador expuso y se arrimó tanto al astado que la mala suerte se alió con él.

En uno de los muletazos con la diestra el toro lanzó un derrote seco hacia arriba con tan mala suerte que prendió al menudo torero por la abertura que tienen los vestidos de torear por la axila. El pitón se coló hasta adentro y se encajó entre el brazo y la manga. Fue cuando el animal derrotó en varias ocasiones lo que precipitó la cornada en una parte tan delicada.

El torero mostró grandes síntomas de dolor sabiendo que el burel le había prendido y calado la piel. Sin más dilación saltaron a la arena varios compañeros y auxiliares que condujeron con premura a Robleño a la Enfermería de la plaza de toros.

Allí fue intervenido quirúrgicamente por el doctor Carlos López Martínez, quien junto a su equipo se hizo cargo de la situación y actuó con gran profesionalidad y destreza.

Tras la operación se facilitó un parte que apunta herida por asta de toro en zona axilar del brazo derecho de dos trayectorias; una hacia adentro de 10 centímetros y otra hacia el codo de 15, con grandes destrozos musculares que contusionan sin romper nervios ni vasos. El pronóstico es grave.

El doctor manifestó la entereza del torero al llegar a la Enfermería y lo escandaloso de la herida, la cual fue lavada de forma exhaustiva, suturando por planos la cornada. El pitón del toro disecó arterias y nervios, sin  contundir ninguno de ellos, lo que hubiera causado un mal mayor.

Se colocó drenaje a la herida y se recomendó su ingreso en centro hospitalario al menos durante 48 horas por las posibles complicaciones de las heridas de asta de toro.

En todo caso, una vez concluido el festejo y las atenciones médicas, el torero Fernando Robleño fue trasladado al Hospital San Francisco de Asís de Madrid, donde seguirán con la revisión y curas de la herida.

La corrida

Otro año más la taurina localidad de Añover de Tajo volvió a ser  un hervidero con la plaza de toros casi llena, lo que demuestra una vez más que la fiesta nacional está de moda le pese a quien le pese. Lo que a priori era una corrida de expectación con tres toreros que apetece ver, además de una corrida que el día antes se vio en el encierro sorprendiendo por su seriedad, acabó, no obstante, decepcionando a todos los presentes.

Los herederos de Diego Puerta enviaron a la localidad sagreña muchos kilos, seriedad de caras y vacíos de bravura. Fachada y presencia que no son suficientes para lograr el triunfo de los toreros acartelados.

Solo salió en volandas el sevillano Manuel Escribano, que arrancó literalmente una oreja a cada uno de sus oponentes con pundonor y ganas. Tuvo que luchar, nunca mejor dicho, con las inciertas embestidas de los bureles, que no le facilitaron el lucimiento. Destacó sus ganas con los garapullos tras haber recibido a sus oponentes a uno con garbo y al otro rodilla en tierra.

Con la muleta estuvo a la defensiva por las embestidas cortas de los animales, pero sin aburrirse y dejar de intentarlo en sus dos oportunidades. El acierto con los aceros le valieron para que la presidencia le otorgara, más por la petición del público que por otra cosa, un apéndice de cada animal que le correspondió en suerte.

Nuestro paisano Eugenio de Mora tuvo la cara y a cruz. En su segundo toro sorteó a un animal de grandes dimensiones que no le dejó al toledano ninguna posibilidad de lucimiento. El astado desarrolló sentido y hasta peligro en el último tramo de faena, ante el cual Eugenio tiró de oficio para pasaportarlo.

Abrió plaza un toro castaño que fue recibido con cadencia con el capote. Con la muleta el moracho lo entendió a la perfección y a base de temple, media altura y distancia le fue hilvanando una faena que iba calando en los tendidos. Toreó en ciertos momentos con gusto a cámara lenta, acoplándose en los embroques con plasticidad torera. Como colofón la estocada de la tarde, perfecta en el embroque pero que no tuvo el efecto fulminante querido, quedando su premio en una oreja que pudieron ser dos.

El madrileño Fernando Robleño salió de Añover cogido, pero demostrando el buen momento en el que se encuentra, con las ideas claras y queriendo torear los toros de manera impecable, mostrando las muletas planas y tirando de los engaños de manera templada. Al finalizar su pulcra faena al segundo de la tarde escuchó una ovación del respetable.

Al quinto salió Robleño a recibirlo con ganas y meció las embestidas del animal en su capote, que levantaron los oles del público que esperaba un atisbo de triunfo en la soporífera tarde. Pero todo fue un espejismo y el animal echó el freno a pesar de que el madrileño quiso arrancarle a media altura y de uno en uno los pocos muletazos que tenía. Al final del trasteo fue cogido y Eugenio de Mora tuvo que acabar con el animal que se puso a la defensiva y con peligro.

Ya con la noche entrada, salió Manuel Escribano a hombros en solitario, mientras Eugenio de Mora lo hacía a pie y Fernando Robleño por la puerta de la Enfermería. Tarde para olvidar ya que sin la materia prima en la fiesta, no hay fiesta.