La morada de un hombre viajado

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Durante la rehabilitación de un piso en el nº 9 de la Plaza de Abdón de Paz, se han hallado restos de pintura mural religiosa del XVII asociada, probablemente, a un oratorio privado

Apareció «por casualidad», como suele ser habitual en estos ruedos patrimoniales. Pero en esta ocasión la sorpresa fue más intensa de lo que marca la ‘rutina’ de los descubrimientos toledanos. Y es que se dio la casualidad de que las dos catas previas a la intervención se localizaron, justamente, en dos zonas libres de representación. De ahí que el arqueólogo Antonio J. Gómez Laguna sonriera cuando indicó los dos espacios elegidos en principio para este fin.

Fue uno de los trabajadores quien, al realizar una roza en una de las paredes, se fijó en que el color grisáceo de la segunda ‘capa’ podía significar algo. Acudió de inmediato el servicio de arqueología municipal para confirmar el hallazgo de una pintura mural del siglo XVII, religiosa y probablemente asociada a un oratorio privado. En el salón continuo han aparecido dos nacelas decoradas con escritura, en color negro y decoración geométrica y vegetal de tonos rojizos.

Sobre el salón -cubierto con un forjado de madera de buena calidad- ubicado en el lado norte del patio de la casa, se han conservado en tres de las paredes escenas pintadas, dos de ellas religiosas, en diferentes tonos de gris, blanco y negro. Esta técnica decorativa, conocida como grisalla, se puso de moda para decorar salones en los siglos XVII y XVIII.

Sobre las pinturas halladas, la mejor conservada, aunque muy maltratada en las reformas que sufrió la casa en el siglo XIX y XX, representa, tal y como adivinó Javier García Almarcha (licenciado en Historia de Arte por la UCLM y miembro de la empresa ‘Global Arqueología’), la Parábola del regreso del Hijo Pródigo. La escena está representada, como todas las escenas pintadas en 1670, fuera de la casa de la familia y en mitad de un paisaje urbano con casas, murallas, edificios o columnas.

En cuanto a la pared oeste, se puede contemplar a una madona con niño en la parte central, delante de una representación arquitectónica de arcos y columnas. En el tercer lienzo, el más maltratado por la apertura de vanos hacia el patio, sólo se conserva la parte superior del salón, algunas guirnaldas y escenas de paisaje. Esta zona decorada sería «la trasera del oratorio» que el altar estaría situado hacia el este, zona en la que no se ha conservado, por desgracia, ninguna huella de lo que fue.

Con el objetivo de ‘aclarar la escena’ y una vez comparada la composición con la escena de Murillo del siglo XVII, ‘Global Arqueología’ aplicó a la pintura mural la misma técnica utiliza en las pinturas halladas en las cuevas. Esto es, para «ver lo que realmente se pintó», han aplicado el software decorrelación Stretch con las imágenes obtenidas por fotogrametría de la pintura descubierta en el número 9 de la Plaza Abdón de Paz.

Por ser la «la pintura mural más grande hallada en una casa particular» en la ciudad, y por estar situada en un inmueble en el que aguardan todavía muchas sorpresas en un patio dotado, de momento, de dos yeserías con decoración de candelieri parcialmente mutiladas, y de una serie de canecillos todos ellos diferentes y «nunca vistos en Toledo», Gómez Laguna no se cansa de repetir que esta vivienda tuvo que pertenecer a un hombre «viajado que se trajo, de vuelta, el gusto de lo que había visto fuera». En este punto, destaca el arqueólogo «los dos angelitos» representados en una de las yeserías del patio que mantienen una evidente semejanza con las representaciones indianas.

Y un auténtico trío de ases de la recuperación, Gema Segoviano, Mª Luz Carretero y Eva Moreno -de la empresa 3A Restaura- es el encargado del proceso de restauración y los trabajos de rehabilitación de unas pinturas, realizadas al temple, calificadas como «de muy buena calidad».

Sobre los antecedentes del inmueble y su evolución constructiva, Antonio J. Gómez Laguna apuntó que se trata de una vivienda medieval islámica, en la traza de los muros de su sótano, con una importante reformas sobre el siglo XIV, y una actuación posterior del siglo XVII, momento en el que se configura el patio y todos sus elementos incluida, claro está, la pintura mural del oratorio.

Empeñado en desentrañar algo más sobre la vida y obra del propietario de la vivienda, el arqueólogo está intentando hallar algún dato al respecto, aunque mientras tanto no ha perdido el tiempo a la hora de buscar pistas sobre el autor de las pinturas conservadas. Así, sobre la autoría de la pintura, el único indicio que puede observarse «es la presencia de una firma gravada con un objeto de punta roma sobre el yeso, antes de aplicar la pintura», en ella se puede leer con cierta claridad las letras iniciales ‘De ber (ilegible) mi’.

El Consorcio se ha implicado en esta recuperación a través del Programa de Ayudas para la Rehabilitación de Edificios y Viviendas, y está estudiando la posibilidad de intervenir en una segunda fase.