Las mujeres toman el Alcázar

C.M.
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La exposición que sobre carteles de mujeres en la I Guerra Mundial se exhibe en el Museo del Ejército pretende ser didáctica, cercana y, claro está, reivindicativa. Este recorrido ha sido organizado por la Biblioteca regional

Las conmemoraciones y recuerdos de la conocida como la Gran Guerra -como si alguna guerra fuera pequeña- obvian sistemáticamente el papel de las mujeres en un conflicto que cambió su vida y sus costumbres radicalmente. Por ello, y con la intención de visualizar una realidad que se ha vendido desde ópticas diversas -casi siempre masculinas-, desde la Biblioteca regional se ha querido aportar esta perspectiva organizando una exposición de carteles de mujeres en la Primera Guerra Mundial colaborada por el Museo del Ejército. De hecho, y sirviendo de adecuado precedente, es dicho espacio el anfitrión de un recorrido, comisariado por Oliva Blanco, que se ha realizado con un claro objetivo «divulgativo y didáctico».

Bajo estos dos puntos fijos, la responsable de este atractivo paseo exhibe cerca de 40 carteles que devuelven a las mujeres su justo papel en el conflicto. Y puesto que nada mejor para comenzar el camino que la «contundencia» de la frase ‘Si las mujeres que trabajan en las fábricas parasen 20 minutos los aliados perderían la guerra’, esta profesora de literatura ofrece una suerte de tematización de los carteles que, por ello, confirman todos los trabajos desempeñados por las mujeres durante los años del conflicto.

Por estallar la guerra en primavera, es evidente que «las mujeres tuvieron que recolectar» los campos y «sobre todo ocuparse de las tareas que tradicionalmente desempeñadas por hombres» como «la de talar los bosques o desempeñar el oficio de panadero» que, hay que recordar, era una noble tarea de hombres. Del campo, a la industria en la que las mujeres trabajaban con la munición, aspecto que nunca se ha publicitado «porque se habla de la debilidad femenina» pero que se recogió en un libro en el que se informa de que «las trabajadoras levantan hasta 25.000 kilos al día y trabajan con TNT», material por las que «se les tiñe el pelo y la piel aunque lo más grave es la afectación que tiene sobre la fecundidad». Pues bien, Blanco acredita que «sobre este asunto se pasa como de puntillas, cuando es brutal».

En cuanto a la función desarrollada por las mujeres en la marina, y puesto que la tradición marca la mala suerte vinculada a la presencia de mujeres, su tarea -reflejada en los carteles- tiene que ver con «el desarrollo de la importante labor de descifrar códigos», vertiente de las espías que, apunta, «no es precisamente la línea Mata-Hari».

Apreciando, la comisaria, la tradición difundida de «la imagen de las mujeres en el papel de enfermeras» y el uso de los carteles como novedosa técnica de agitación y propaganda, se fijó Oliva Blanco en la «pequeña contradicción existente entre el fondo y la forma» al ser la forma novedosa pero estando el fondo teñido de esos estereotipos femeninos tan «apropiados en ese tiempo». De ahí que puedan contemplarse carteles en las que se pasa «del ángel del hogar al ángel de las trincheras» o composiciones en las que se nota «un toque artístico como en una representación de ‘La Piedad’ de Miguel Ángel. En este apartado, nunca está de más reivindicar el papel de «grandes pintoras» de guerra que colaboraron con esta tarea.

No olvida, la comisaria de este paseo, mostrar la utilización de los nacionalismos interpretados de diferentes formas ya sean británicos, irlandeses, franceses, norteamericanos o alemanes. En este punto, mientras el sello inglés «apela al amor patriótico, el irlandés muestra a las mujeres en una actitud más decidida, evocando los franceses a un sentimentalismo con trasfondo político». La poca presencia de los carteles alemanes tiene que ver con que ellos «apelan a la razón y a la virilidad, con lo que la mujeres tienen poco papel». Sobre la impronta norteamericana, los «carteles se caracterizan por ser un tanto pasteleros» en los que se representan «familias felices, niñas desayunando o abuelas pidiendo dinero ayudar a los aliados». Y ha querido finalizar este recorrido Oliva Blanco apuntando «la vertiente publicitaria de la guerra» anunciada, por ejemplo, como «el arma de la paz»