"A veces el patrimonio no recibe todos los cuidados"

C.M.
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Poyato presenta su obra 'El último tesoro visigodo', basado en el descubrimiento del Tesoro de Guarrazar.

Toledo, 1858. Un labriego encuentra de manera fortuita una colección de cruces y piezas que parecen coronas, todas trabajadas en oro puro y cuajadas de piedras preciosas. Aunque su descubridor no puede imaginar su verdadero valor, la noticia pronto llegara a oídos expertos que no dejaran pasar la oportunidad de hacerse con la fortuna que este tesoro arqueológico significa. Así comienza el resumen de la historia, novelada por José Calvo Poyato en ‘El último tesoro visigodo’, de uno de los grandes tesoros arqueológicos españoles que, inexplicablemente, pocos investigadores han querido atender.

¿Por qué el tesoro de Guarrazar?

El origen se encuentra en la gran importancia que posee el descubrimiento de lo que se encuentra en Guarrazar desde el punto de vista histórico artístico, y en lo que ocurre con el tesoro. Es una llamada de atención a que nuestro patrimonio, a veces, no recibe todos los cuidados o no tiene toda la consideración que debe.

Creo que el caso de Guarrazar, por toda la aventura de esas piezas (de las que se perdió una parte importante), es consecuencia de la situación que vive la gente al encontrar algo así, y en segundo lugar del papel que desde las instancias oficiales se podía tener con respecto a estos descubrimientos.

Un papel público, en este caso, no demasiado afortunado.

Sí, las autoridades valoraron poco esta pérdida patrimonial, en parte es algo de esto ocurre a mediados del siglo XIX cuando se produce el descubrimiento de Guarrazar.

A lo que hay que añadir la ausencia de actividad posteriormente.

Creo que sucedió, en parte, porque el patrimonio histórico artístico en España es tan grande, tan rico, tan abundante, que aquello de lo que se tiene en muchas cantidades termina por apreciarse menos de lo que se debiera.

Y sólo un dato, el año pasado se celebró el 150 aniversario de la creación del Museo Arqueológico Nacional -que se puso en marcha en el año 67-. Pues bien, cuando se descubren las piezas del tesoro de Guarrazar en España no existe ningún museo que pueda albergarlas, existe el Prado y el Museo de Pintura, pero no hay un Museo Arqueológico que sí existe en Francia, en Alemania o en Gran Bretaña, países con los que debemos medirnos. Eso denota esa falta de interés por algo que, al abundar, no tiene la atención debida.

Eso a pesar del escándalo.

Sí, el escándalo que se produce como consecuencia de lo que ocurre con las coronas visigodas de Guarrazar creo que va a influir de manera importante en que se tomen medidas para crear ya el Museo Arqueológico Nacional en 1862, porque el descubrimiento fue en el 58. La polémica generada a través de la prensa francesa fue monumental.

¿Cómo ha visionado el Toledo de esa época?

La novela tiene una serie de capítulos que nos sitúan en el Toledo de la época visigoda, es decir, cuando es la capital del reino visigodo. Me documenté todo lo que pude sobre cómo combatía el ejército visigodo -para situarlo en la batalla del Guadalete- porque la derrota de los visigodos y el hundimiento de su poder en la Península es una parte fundamental para entender por qué se ocultan una serie de tesoros.

Eso me lleva a ver también que en ese momento del siglo VIII, y en otros lugares también ocurre, se tiene la percepción de que la llegada de los musulmanes es una cosa temporal, es más bien una incursión en busca de botín para volver a cruzar las columnas de Hércules (ahora estrecho de Gibraltar).

Ante esa idea de temporalidad son muchos las personas que debieron pensar que lo más procedente era ocultar las cosas más valiosas porque llevarlas por caminos en situaciones de inseguridad suponía un riesgo importante. Porque pensaban que podían regresar al poco tiempo.

Pero no fue así.

No, la invasión musulmana no fue tan temporal y los cristianos no regresan hasta el año 1085, cuando ya se ha perdido la memoria y el recuerdo de estas piezas. De hecho, busqué investigar cómo era el mundo en el que se hunde el poder visigodo y por qué se oculta el tesoro descubierto en 1858.

También ofrece una imagen contextualizada de la propia ciudad.

Quise situarme en el terreno, Toledo es muy querida para mí porque viví tres meses en la Academia de Infantería, y la he visitado en muchas ocasiones. Estuve en Guadamur conversando con la persona que dirige el centro de interpretación -Alonso Revenga-, y me facilitó una cantidad importante de pequeños detalles imprescindibles para construir un relato.

Visité la zona Guarrazar, el Museo Visigodo y el Museo Arqueológico Nacional que conserva las piezas. Me he movido por los escenarios físicos porque la mayor parte de la novela se desarrolla en Toledo y, como novelista, los olores y las sensaciones son importantes para que los toledanos vean su ciudad reflejada lo mejor posible.

Y todo ello novelado desde el tiempo histórico.

La novela también posee un carácter de intriga dadas las vicisitudes que las coronas vivieron. No hay que olvidar que en la zona se vivió una auténtica fiebre del oro.

Lo cierto es que esta historia posee todos los ingredientes.

Sí, además trato de reflejar el perfil de los personajes que son históricos. La presencia de José Amador de los Ríos en Toledo y en Guadamur para llevar a cabo la excavación en la zona, lo que encuentra y lo supone para el conocimiento del patrimonio. Tirando de Amador, que es cordobés como yo (yo soy de Cabra y el era de Baena), todo esto me interesó como elemento inicial para ir articulando la novela.

De ahí al papel de un militar francés que da clases en la Escuela Militar de Toledo, que es cierto y lo sabemos, y cómo entra en contacto con las personas que protagonizan el hallazgo de Guarrazar, o la presencia de José Navarro, el creador de la corona de Isabel II en Toledo. Todos esos perfiles responden a las realidades históricas de aquel momento que, como en toda novela, cuentan con una parte de ficción, de creatividad literaria.

Hace no demasiado el lugar volvió a ser noticia con la aparición de una piedra preciosa perteneciente a las coronas.

Sí, incluso se ha planteado una nueva teoría de extraordinario interés -las investigaciones arqueológicas dirigidas por Juan Manuel Rojas están permitiendo trabajar con la hipótesis de que todo el tesoro habría pertenecido a una rica e influyente basílica que se encontraba en este lugar- a la tesis tradicional de que habían sido clérigos toledanos los que llevaron allí las piezas. Ahora se apunta que sería en el lugar donde las coronas se exhibían al estar allí situada la basílica de Santa María in Sorbaces (nombre que aparece en la inscripción de la cruz de una corona donada por un tal Sonnica). La historia es magnífica.

Y digna de una novelas, ¿no?

He tratado de recoger una cosa y otra, no es una tesis, es una novela para que la gente pueda acercarse a conocer aspectos interesantes de nuestro pasado de una manera amena. Un ensayo suele resultar más duro de leer, la novela proporciona un entretenimiento. Es estupendo cuando los lectores me dicen que no pueden dejarla una vez se han envuelto en la trama.