Carmen Alborch: «La vida no es fácil, pero el ejercicio de la libertad siempre vale la pena»

Marta García/Toledo
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La senadora socialista ha publicado recientemente el libro 'Los placeres de la edad', un viaje sobre la madurez y la vejez en positivo. Alborch vive la vida a tope y sigue teniendo muchas ganas de trabajar, pero no se ve en primera línea política

La exministra de Cultura Carmen Alborch - Foto: Y. Lancha

Carmen Alborch es de esas personas que son tal y como las ves: Simpática, cercana y empática, algo que se agradece y permite pasar un buen rato de charla. La política no le ha cambiado y sigue siendo una persona vital, llena de energía y con ganas de trabajar, aunque no en primera línea. Así que los que añoran su etapa como ministra de Cultura tendrán que seguir conformándose con recordar esos años porque Carmen no volvería a ocupar la cartera ni aunque se lo pidiera Pedro Sánchez. Ahora bien, sigue muy ligada al cine español y no se perderá los Goya porque los siente muy suyos. Ahora Carmen está volcada en la promoción de su libro ‘los placeres de la edad’, un interesante viaje de reflexión sobre la madurez y la vejez, una etapa de oportunidades que quiere vivir con plenitud.

¿Se siente mayor, Carmen?

Me siento bien. Soy consciente de la edad que tengo, de mis capacidades y mis limitaciones, pero también me ha pasado a lo largo de la vida. Cuando eres más joven eres más impulsiva y ahora quizá más reflexiva…

Imagino que no será de aquellas mujeres que no asumen la edad y la esconden…

No. Lo digo siempre porque me alivia y me relaja. Siempre digo que soy una señora, que tengo 67 años. Pero cada uno es libre de hacer lo que le parezca y hay personas que se quitan años y así se sienten mejor, pero no es mi caso.

Se ha documentado durante mucho tiempo sobre el tema de la madurez y la vejez y ha publicado ‘Los placeres de la edad’. ¿Cree que hay que aprender a envejecer?

Sí. Una de las conclusiones del libro es que hay que aprender a envejecer y es fundamental tener las claves para hacerlo bien. Es importante tener como unos mínimos vitales, también la cuestión genética y el entorno en el que hemos nacido y vivimos. Está claro que no hay una sola vejez, hay muchas maneras de envejecer y depende de cómo hemos vivido, pero sin determinismo.

Aprender está muy bien porque podemos mejorar nuestras condiciones de vida o, al menos, debemos tener la posibilidad de mejorar y de aprender. Por eso soy tan apasionada de la cultura y del conocimiento, porque ahí están los aprendizajes vitales.

En el libro habla de determinados ‘placeres’, como el sentido del humor. ¿Qué otros destacaría?

En general, son placeres que podemos tener a lo largo de nuestra vida y en la madurez se viven con una intensidad diferente. Por ejemplo, el placer del amor, el buen amor no tiene límites de edad, pero se vive de otra manera. La amistad es un placer que tenemos a lo largo de toda la vida pero en esta etapa es un placer de gran profundidad y suelo compararlo con el amor porque también hay una elección, una voluntad de cultivar la amistad y son unas relaciones muy gratificantes y necesarias. Soy una gran fan de mis amigas y amigos y es una grandísima fortuna.

También están los placeres de la vida cotidiana, prácticamente al alcance de todo el mundo. El ejercicio, cultivar huertos urbanos, la buena comida para sentirte bien, viajar y la familia, que la vives desde otra perspectiva porque estás en la cima y las relaciones son fantásticas y de gran intensidad con tus hermanos, con los nietos... También el cuidado es fundamental, sobre todo, el autocuidado.

Ahí las mujeres tienen que hacer mayor esfuerzo porque hay cierta tendencia a repetir ese rol tradicional del cuidado de los demás…

Sí. Está comprobado que las mujeres nos hemos dedicado históricamente a cuidar a los demás. Es un acto de generosidad y ha estado en el rol tradicional, pero no ha sido ni reconocido ni agradecido. Como si fuera algo que va con la condición de la mujer, pero los tiempos y los roles cambian. Aun así, es cierto que las mujeres llevamos como unas antenas afectivas puestas y siempre nos vamos preocupando de todo y muchas veces nos olvidamos de nosotras mismas y no debemos.

Ahora tenemos la generación de los ‘superabuelos’ que llegan a todo, hacen de todo e incluso tienen la gran responsabilidad de los nietos… ¿Nos estamos pasando?

Hay que organizar la sociedad de una manera más equitativa. Se encuentran muchos placeres en esa figura de ser abuelo o abuela porque no tienes la carga o la responsabilidad de ser padre o madre, pero hoy en día como no existen los servicios públicos adecuados ni suficientes escuelas infantiles los padres tienen que dejar en sus manos el cuidado cotidiano y hay abuelos que tienen unas cargas que cubren prácticamente una jornada laboral. Resulta un exceso aunque ellos digan que lo hacen gustosamente. También es necesario descansar porque nuestros cuerpos necesitan más descanso y tiempo para dedicarnos a nuestras aficiones.

Hay una frase de Pitágoras que dice: ‘Una bella ancianidad es la recompensa de una bella vida’. Y esta reflexión casa muy bien con la filosofía de su libro.

Sí. Me encanta y estoy totalmente de acuerdo. La vejez y la ancianidad, cada vez más numerosa, puede ser la culminación de una vida hermosa. Es un momento en el que puedes restablecer relaciones, deshacer malentendidos con otras personas y eliminar relaciones tóxicas. Te sientes más libre.

Ha comentado recientemente que el epílogo no tiene por qué ser menos importante que el prólogo o el tercer capítulo en relación con la vejez. Pero tampoco será fácil mirar hacia adelante y ver que queda menos.

Es complicado, pero es que vivir no es nada fácil. Hay que celebrar la vida y vivir requiere esfuerzo, proyecto, ánimo y actitud, pero también condiciones y entorno.

Por ejemplo, una periodista italiana que se llama Fátima Fernández escribió cuando sus padres ancianos estaban a punto de morir que ojalá se nos conceda una vejez amorosa con paz interior y con capacidad para gozar de los días traigan lo que traigan. Eso tiene que ver mucho con la actitud, pero es verdad que la ancianidad tiene momentos dramáticos, pero también especiales. Hay personas que te inspiran muchísima ternura, como cuando veía a mi madre. O vas por la calle y ves a un mayor y el rostro y el cuerpo se van apagando y es duro, pero si le miras a los ojos percibes calidez y vida también.

Queremos tener una vida digna desde que nacemos hasta el último suspiro y tenemos que esforzarnos de manera individual y colectiva.

La vida está llena de contradicciones. Por un lado se reivindica la vejez y por otro los investigadores llevan años experimentando con ratones para intentar revertir los efectos de esa ancianidad.

Claro. Lo que tenemos que hacer es poner las condiciones para vivir bien la vejez. No tanto impedir que llegue, sino eliminar los aspectos negativos. La investigación sí es importante para retrasar el envejecimiento, para cumplir años en buenas condiciones. Por ejemplo, la investigación de las enfermedades degenerativas, que también se producen en gente joven, es muy importante porque si se pueden eliminar con la investigación de células madres son avances importantes. La Organización Mundial de la Salud dice que se trata de vivir más años y mejor.

Esta etapa se liga a la jubilación y las pensiones, pero llama la atención la desigualdad tan grande entre hombres y mujeres porque ellas cobran de media el 40% menos, con lo que la pensión no alcanza los 700 euros. ¿Hay manera de corregirlo?

Es la consecuencia de la vida laboral y esa precariedad viene de que las mujeres hemos entrado y salido del mercado laboral. Hemos trabajado mucho, pero a lo mejor no hemos tenido un empleo de calidad y muchas mujeres han trabajado dentro de casa y esporádicamente fuera o han trabajado fuera, pero con parones por la maternidad, o lo que sea, y se encuentran más tarde con unas pensiones más bajas.

¿Los mayores están suficientemente protegidos por la legislación?

El tema de las pensiones es fundamental, sobre todo, tener suficientes recursos económicos. Incluso con pensiones de algunas personas se sustenta a la familia porque se ha quedado sin empleo, pero las hay escasas y hay que hacer malabarismos para subsistir. También hay que pensar en la redistribución de los recursos sociales para tener centros de día adecuados, un buen desarrollo de Ley de Dependencia…

En el último gobierno de Zapatero se quedó en el cajón un anteproyecto de ley de igualdad de trato en la que se hablaba de la no discriminación por razón de religión, raza y edad porque no puede haber prejuicios sobre las personas mayores ni considerarlas como un estorbo, como decía el ministro japonés de Sanidad, que hablaba de que suponían demasiado coste social y había que ir pensando…. ¡Lo que nos faltaba!  Lo fundamental es proteger y respetar porque, a veces, hay un excesivo paternalismo y lo que es importante es el respeto.

El Papa comentó en otoño en la Fiesta de los abuelos que las residencias de ancianos deberían ser casas y no cárceles donde los ancianos vivan olvidados y escondidos. ¿Tiene mucha razón?

Hay lugares muy dignos y otras residencias, como hemos visto y leído en la prensa, en las que se producen situaciones de maltrato. Muchas veces dejar a los padres en las residencias despierta sentimientos de culpabilidad y de resistencia y resulta que están en espacios donde hay una mayor sociabilidad, hacen ejercicios, tienen espacios para la convivencia y la cultura. Lo que hay que procurar es que todos los espacios sean así y buscar otro tipo de fórmulas organizativas para las personas mayores que no sean estrictamente residencias, que sean una especie de cooperativas para que los mayores vivan juntos…

A usted que le gusta tanto la cultura y el arte…. ¿Qué le parece lo nuevo de la artista Esther Ferrer, de más de 70 años, con la performance que hace enseñando su cuerpo para reivindicar que no hay que pasar vergüenza por la edad?

Me parece estupendo y muy valiente porque es como romper con muchos cánones. Es una expresión de su arte y hay muchas mujeres artistas que se expresan a través de su cuerpo. Es muy importante la reflexión que tenemos las mujeres sobre nuestro propio cuerpo a través del arte. También hay mujeres que han sufrido cáncer y se han atrevido a fotografiarse sin un pecho. Tiene que ver con la aceptación del yo.

Siempre ha destacado por su progresismo y feminismo y nunca se ha callado. ¿Se pagan muchos peajes por ser así?

La vida no es nada fácil y el ejercicio de la libertad siempre vale la pena. Pagamos porque vivir es un esfuerzo y hay que superar muchos obstáculos. Y en nuestro caso y en el de muchísimas mujeres hemos querido derribar estereotipos y contribuir a la modernización de nuestra sociedad. Además, tenemos la satisfacción de haber visto muchos avances y algunos sueños prácticamente realizados. Este país ha dado un cambio espectacular y resulta muy gratificante, aunque queda mucho por hacer.

A veces, te sientes mal cuando te critican injustamente, pero nos pasa a todas y vale la pena luchar y ser libre o, al menos, intentarlo porque es muy difícil llegar a serlo.

En política parece que también hay que reivindicar la madurez porque en el PSOE y en otros partidos se está abordando el proceso de relevo generacional. En el suyo lo encarna Pedro Sánchez. ¿Era tan necesario?

En el PSOE estamos viviendo en un momento de relevo generacional y se puede dar periódicamente. En parte está en sintonía con lo que sucede en la sociedad y Pedro Sánchez y Susana Díaz, por poner los dos ejemplos de los líderes más conocidos del partido, son jóvenes y están muy bien capacitados. La idea del relevo está muy bien, lo que no está bien es la idea de exclusión. Hay que tener en cuenta los méritos y capacidades de cada uno, por eso pongo siempre de ejemplo a Hillary Clinton, Michelle Bachelet, Dilma Rousseff o Napolitano. Todo depende de las circunstancias y de los momentos de cada país.

Pero ese relevo generacional en el partido está causando ciertas tensiones e incomodidad de la vieja guardia que se siente un poco descolocada en el partido.

No lo sé. Nosotros nos vamos reubicando y se trata de aportar también la experiencia. Hay una cosa que aprendí cuando fui ministra, que era muy importante saber llegar, pero también saber irte. Por ejemplo, Felipe González es una persona que aporta muchísimo conocimiento y experiencia no sólo al partido sino en muchos foros y espacios. Y lo mismo sucede con Alfonso Guerra.  En el partido hay momentos de más efervescencia de juventud, pero lo inteligente es contar con todo el mundo porque todos podemos aportar nuestros talentos y capacidades quizá en otros lugares y espacios. En mi caso me siento muy bien tratada por mi partido.

¿Cómo se ve en el organigrama del PSOE en la próxima legislatura?

He cumplido una etapa y he tenido la fortuna de que mi partido me propusiera ser desde directora general de Cultura hasta ministra de Cultura, diputada y senadora. Lo agradezco muchísimo y me he esforzado y seguiré haciéndolo luchando por mis causas, pero quizá no desde un cargo o responsabilidad como tengo ahora. Mi futuro está seguramente en la Universidad, allí tengo mi plaza y es una manera de cerrar el círculo. Hay una etapa que tenemos que ir concluyendo para estar en otro espacio y es algo que tenemos que aprender.

Es cierto que la gente del cine le ha echado de menos en muchas ocasiones. Si nos ponemos a pensar que el PSOE gana y que Pedro Sánchez le dice que vuelva a ser ministra de Cultura, ¿aceptaría?

Creo que eso no va a suceder y no se vuelve a ser lo que se ha sido. Se lo agradecería, pero no veo esa circunstancia aunque tengo buena relación con él. Voy a ir a los Goya, me sigue apasionando el cine español y la cultura es mi gran pasión, pero no es el momento de tener una responsabilidad. Afortunadamente, hay muchas personas que lo pueden hacer muy bien.

¿Tampoco se ve en Valencia disputando una alcaldía que mantiene Barberá desde hace muchos años?

No. Tenemos un candidato, Joan Calabuig, que pelea y peleará. Eso es otra etapa de la vida, pero hay muchos espacios de asesoramiento y de responsabilidad que no son la primera línea en los que puedes estar muy bien.