Devoción a prueba de obstáculos

J.S.
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Ni el puente del Pilar ni algunas nubes que amenazaban lluvia pudieron con una tradición que se transmite de padres a hijos. La imagen de la Virgen de la Guía procesionó por un cerro situado en el campo de maniobras de la Academia de Infantería

Los fieles que acuden cada año a la procesión de la Virgen de la Guía por el campo de maniobras de la Academia de Infantería demuestran que su devoción es inquebrantable. Y es que para llegar a la ermita situada en un cerro desde el que se divisa el barrio de Santa Bárbara, donde se venera por tradición esta imagen, hay que ‘sortear’ innumerables obstáculos, incluidos los que por obvias razones de seguridad impone la institución castrense.

Los efectivos de la Policía Militar  desplegados de forma discreta por los cerros salpicados de encinas por los que transita la procesión es otra de las particularidades de la última ‘romería’ mariana que se celebra Toledo. Sobre todo para los más pequeños, interesados en conocer hasta el último detalle del arma reglamentaria que llevan enfundada en la cartuchera. Incluso de las esposas que lucen en su cintura.

Pero nada hace sombra a Virgen de la Guía, verdadera protagonista de la fiesta, que desde hace unos años se celebra el 12 de octubre, coincidiendo con el Pilar y el Día de la Hispanidad. Este año, ni  el puente ni la amenaza de algunas nubes de tormenta, pudieron con una tradición que se transmite de padres a hijos. Como así lo hizo ayer una madre que cogió en volandas a su hija para que pudiera besar el manto de la Virgen de la Guía.

La fiesta comienza por la mañana con una misa concelebrada por los sacerdotes del barrio de Santa Bárbara y en la que canta el coro de jóvenes del barrio. Ya por la tarde, la imagen sale en procesión por un terreno escarpado que obliga a los doce costaleros y costaleras que portan las andas a realizar un esfuerzo ímprobo. Tanto es así que cuando la imagen llega al lugar más alto realizan una parada en la que los aplausos cobran un especial significado.

Desde luego, el esfuerzo tiene recompensa. En primer lugar porque la procesión transcurre por un lugar ignoto si no eres militar profesional -con vistas desconocidas tanto al Casco histórico como a los barrios de Santa Bárbara y Santa María de Benquerencia-, que sólo puede visitarse en la festividad de la Virgen de la Guía. En segundo lugar, porque el olor a romero que inunda el ambiente reconforta los sentidos y, en tercer lugar, porque en el patio de la ermita espera la limonada, los tostones y las roscas. Y también para las quínolas, que no pueden faltar en cualquier romería que se precie.

El enclave por el que discurre la procesión invita a los fieles y  a los miembros de la Hermandad a ir con ropa cómoda. Los pantalones cortos, los vaqueros y las camisetas sustituyen a los trajes, indumentaria que ayer quedó reservada para los dos concejales del Ayuntamiento de Toledo -Teo García y José López Gamarra-, que flanquearon durante todo el recorrido a la presidenta de la Hermandad.

A las puerta de la ermita, la imagen fue bailada por hombres y mujeres -las segundas fueron más aplaudidas-. Tras el rezo de una letanía y el canto de la Salve, la Virgen de la Guía volvió a su casa en mitad de un campo de maniobras no sin antes sonar el himno de España, ante el cual permaneció perfectamente cuadrado, cual cadete de la Academia,  José López Gamarra.