Lafarge adopta la última tecnología para investigar nuevos combustibles

J.A.J./Toledo
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La firma invierte 300.000 euros y refuerza el personal de su Laboratorio Central de Calidad de Villaluenga. El molino criogénico, un instrumento único, es la principal herramienta

La compañía cementera Lafarge ha adoptado la última tecnología para la investigación de combustibles alternativos y la ha instalado en Villaluenga de la Sagra. Más concretamente, en su Laboratorio Central de Calidad, un anexo de la factoría de hormigón de la que dispone en la localidad  en el que, desde hace 40 años, efectúa sus labores de conocimiento y desarrollo de componentes para la fabricación de cementos. Gracias a una inversión de 300.000 euros y al refuerzo de plantilla con dos nuevas contrataciones de personal cualificado, la compañía pondrá en marcha un área exclusiva para la investigación de combustibles alternativos.

El principal avance tecnológico adquirido, según destacan fuentes de la compañía, es un molino criogénico, una herramienta única en el sector cementero español. Este aparato permite un análisis eficaz con una sola muestra del combustible a probar. Su funcionamiento técnico se basa primero en una congelación de la muestra a 195 grados bajo cero, lo que permite después su triturado para reducirlo a partículas de un tamaño minúsculo, 100 micras. Una idea de la fiabilidad de este instrumento la da el que también lo utilicen las policías científicas para la realización de pruebas de ADN.

Al molino criogénico se suma  un espectómetro FRX-Dispersivo, capaz de analizar simultáneamente la presencia de 80 elementos químicos presentes en muestras en estado sólido, líquido o viscoso. Este tipo de análisis, sumados a otros de instrumental ya disponible en el laboratorio, permite detectar las trazas de elementos contaminantes o tóxicos para evitar su utilización, siguiendo las prescripciones marcadas por la legislación medioambiental europea.

reaprovechamiento de residuos y subproductos. Portavoces de Lafarge destacan que las nuevas tecnologías instrumentales incorporadas les permitirán ofrecer las máximas garantías y mejorar la eficiencia de su proceso analítico. La nueva área de combustibles alternativos complementa con sus investigaciones a otros servicios ya existentes en la compañía y a los análisis efectuados por los propios suministradores del combustible alternativo.

El laboratorio, que cuenta con la acreditación de la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC), investiga entre otros materiales para su uso como combustible las biomasas de origen orgánico, como las harinas animales o residuos madereros, o residuos de la actividad industrial como los neumáticos usados.

En general la búsqueda de nuevos componentes de Lafarge se centra en subproductos, elementos procedentes de una producción pero que carecen de una utilidad. De hecho, la trayectoria reutilizadora de la industria cementera se remonta a los años 70 del siglo pasado, cuando se sustituyó el carbón para sus horno por el coque de petróleo, un subproducto del refinado del ‘oro negro’ que pudieron reaprovechar. Ahora, la empresa espera que la mitad de su consumo de combustible proceda de residuos o biomasas para el año 2020, reduciendo así la necesidad de combustibles fósiles.

La directora del Laboratorio Central de Calidad de Lafarge, Isabel Rodríguez Henche, explica que «con el uso de combustibles alternativos la compañía consigue ser más competitiva, al depender de en menor medida de los combustibles fósiles». Esta responsable también señala que  el uso de estos nuevos combustible por industrias como la cementera «aportan un beneficio al medio ambiente y a la sociedad, al dar una solución segura a los residuos que, de otra manera, irían a parar a un vertedero».

El poder calorífico del horno de una cementera palía la contaminación.

El punto que tradicionalmente ha arrastrado una mayor controversia a la hora de emplear combustibles alternativos para la producción de las cementeras es el del uso de neumáticos usados. Sin embargo, la directora del Laboratorio de Lafarge considera infundada la alarma que se ha creado sobre este asunto al recordar que «un horno -de cementera- no es una incineradora». Con ello, Rodríguez Henche recuerda que el poder calórico de estos hornos, que supera ampliamente los 2.000 grados, duplica el de una incineradora de residuos convencional. Así, se dificulta las creación de desechos de la simple incineración, como las cenizas. También recuerda que las autorización integradas de la Administración para el uso de neumáticos ponen límites estrictos a cualquier  emisión.

Rodríguez Henche subraya que el aprovechamiento de residuos evita el riesgo de su depósito en vertederos, tales como los vertidos contaminantes a través de lixiviados.

Ramón Tamames ve posible el optimismo ante la lucha contra el cambio climático.

La presentación del área de combustibles alternativos del Laboratorio de Lafarge en Villaluenga contó con un invitado de excepción, el reconocido economista Ramón Tamames. Desde su veteranía, Tamames se ha interesado en los últimos tiempos por la respuesta de la Humanidad ante el reto del cambio climático. En una charla ante los periodistas presentes en el acto, manifestó un optimismo razonable de que se consigan avances en algo que requiere un compromiso global.

Tras ser presentado por la directora de Desarrollo Sostenible de Lafarge, Laura Villaescusa, Tamames hizo un repaso de los diferentes movimientos internacionales para afrontar el problema de cómo la actividad humana estaba afectando al planeta, trastornando el clima y afectando a la habitabilidad de la Tierra en el futuro si no se abordaban medidas como la reducción de emisiones de CO2. A partir de la primera cumbre de la ONU sobre este asunto, celebrada en Estocolmo en 1972, el economista observó como las constataciones de fenómenos como la ‘lluvia ácida’ llevó al primer gran paso para paliar las emisiones contaminantes a la atmósfera: el Protocolo de Kyoto de 1997, por el que un gran número de países se comprometieron a reducir sus emisiones de gases contaminantes. Pero Tamames observó que el Protocolo quedó cojo por la no participación de los países más contaminantes: Estados Unidos y China.

Aún así la constatación de los cambios provocados por el calentamiento global, con consecuencias catastróficas como la mayor agresividad de huracanes o el mayor daño a la salud de la contaminación en las ciudades, ha llevado a un entendimiento entre las dos grandes potencias. Tamames destacó el compromiso alcanzado por Estados Unidos y China en la cumbre Asia-Pacífico celebrada en Pekín el año pasado. A esto se suma la mayor sensibilidad de otros gobiernos, como se vio en la última cumbre del G-7 en Baviera, y líderes como el Papa Francisco, con su encíclica ‘Alabado Seas’.

«Podemos ser optimistas, sí -concluyó Tamames sobre esta evolución- aunque las incertidumbres están en todas partes».