«Tienes que demostrar tu valía, dentro del Cuerpo y fuera»

J.A.J./Toledo
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Entrevista a Alicia Velasco Maté, agente de la Guardia Civil, con motivo del 25 aniversario de la entrada de las mujeres en la Benemérita.

La agente Velasco lleva ya 23 años en el Instituto Armado en diversos servicios. - Foto: Víctor Ballesteros

Desde que salió, apenas cumplida la mayoría de edad, de Adrados (Segovia), la agente Velasco, de la cuarta promoción de mujeres, nos cuenta su experiencia con el uniforme verde de los (y las) guardias civiles.

¿Qué le lleva a usted, con 18 años, a ingresar en la Guardia Civil en 1991?

Fue una cabezonería personal. Yo quería trabajar con un uniforme y que fuera la Guardia Civil u otro Cuerpo de Seguridad no era algo que tuviera claro porque no soy una hija del Cuerpo. Pero si que llegó un momento en que me lo planteé seriamente, me acerque a la Dirección General de la Guardia Civil a preguntar por las oposiciones. Justo ese mes ingresaba la tercera promoción de mujeres y, por mi juventud, la Guardia Civil me permitía un acceso que no me daba otros cuerpos porque me pedían más edad o tener el carné del conducir. Cumplía el requisito de tener bachillerato y la mayoría de edad. Me apunté a una academia y preparé el ingreso.

En mi casa no se lo creían. Pensaban que todo era una excusa para dejar de estudiar hasta que les dije que había aprobado las oposiciones. Se echaron las manos a la cabeza.

¿Alguien de su familia ha seguido sus pasos?

No, soy la más pequeña de mis hermanos y cada uno ya tenía su vida hecha, pero les llamó la atención. De hecho, mis padres, ya le habían quitado antes la idea a un hermano mío de hacer el servicio militar como guardia civil auxiliar por el miedo a que le destinaran al País Vasco, entre otras cosas. Yo me puse más seria y no me la consiguieron quitar.

Imagino que ya lo tendrán asumido.

Sí. Al principio les daba miedo, pero luego lo han aceptado estupendamente.

A partir de ahí, ¿Cómo han sido los destinos por los que ha ido pasando?

Yo he tenido suerte, porque no he querido volver a mi tierra, preferí quedarme aquí, en Toledo. Al principio pensaba que me iba a mover, pero aquí encontré a mi pareja y decides buscar más la estabilidad familiar que crecer profesionalmente.

Cuando vine a Toledo, lo hice dentro de una promoción bastante grande debido a la celebración en 1992 de las Olimpiadas de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla. En esta provincia terminamos muchos y estuve destinada primero en puestos de Seguridad Ciudadana (patrullas), luego en la central del 062 (centralita para la atención de llamadas de emergencia) donde he estado bastantes años, y ahora estoy aquí en la Oficina Periférica de Comunicación (OPC, gabinete de prensa de la Comandancia de Toledo).

¿Qué balance hace de estos 23 años de trayectoria profesional?

Yo esto no lo cambiaría por nada. Aparte de mis hijos, esto es de lo que más satisfecha estoy en mi vida, el haber ingresado en la Guardia Civil. Primero, porque entrar me supuso un reto muy importante y lo conseguí por mis méritos y teniendo en contra a mucha gente. Estaba primero la oposición de mi familia, pero luego tienes que demostrar tu valía dentro del Cuerpo y fuera. Dentro, tienes que hacer ver a tus compañeros que pueden confiar en ti para prestar un servicio y se sientan tan seguros como si van con un hombre. También tienes que demostrárselo a tus superiores, que eres capaz de cumplir el régimen disciplinario, y a la gente, haciéndote valer como agente de la autoridad.

Ver a una mujer con uniforme de la Guardia Civil, en esos años, impresionaba. Había gente que pensaba que no íbamos a ser capaces. Es más, los primeros años estábamos como en un estudio, para ver como respondíamos y nos integrábamos en las distintas especialidades, como compatibilizábamos una vida militar con la familiar...

Pero lo hemos hecho sin problema en estos 25 años. Hemos llegado a todas las especialidades y algunas ya han alcanzado el grado de comandante (el máximo nivel disponible en el escalafón por este tiempo transcurrido).

¿Ha tenido que soportar alguna falta de respeto por el hecho de ser mujer?

Yo empecé en Seguridad Ciudadana haciendo servicios de puerta en edificios públicos, como la Delegación de Gobierno, y éramos una atracción para los turistas que pasaban por Zocodover. El hecho de ver a una mujer con tricornio era la bomba. Había gente que se te quedaba mirando.

Sí que me ha comentado alguna compañera, cuando hacían patrulla con un compañero y enfrentaban a un delincuente, que éste ha pensado que era el elemento débil de la pareja y ha hecho amago de insultarla. Eso era inevitable al principio, hasta que nuestra presencia continuada en las patrullas y en los puestos lo ha normalizado en todos los pueblos de España.

O sea, las posteriores promociones de mujeres guardias han encontrado cada vez una menor resistencia social.

Les es más sencillo, al igual que con el ingreso en la Academia. Ahora, que un anciano vea a una mujer vestida de uniforme, portando un arma, no es lo mismo que hace 25 años. Y trabajamos en pueblos, donde la mentalidad cambia más lentamente que en las ciudades. Pero pasa el tiempo y me quedó con que se nos quiere mucho. Por ejemplo, pienso en una compañera de Campillo de la Jara que lleva allí mucho tiempo y todos los vecinos hablan de ella con un cariño increíble.

De la convivencia con los compañeros, doy por supuesto que es buena. Con uno hasta ha formado una familia y todo.

Por lo general, no hay  problema. Existía al principio la nota discordante de alguien que decía cosas desafortunadas como ‘estáis aquí para quitar los puestos de trabajo a otros compañeros’. Yo he llegado a escuchar eso, pero también se han mentalizado dentro del Cuerpo. Yes que aquí tenemos la puerta abierta todos, tanto para entrar como para salir. Quien no esté conforme...

Recuerdo que otra cuestión que se planteó con la llegada de la mujer a la Guardia Civil fue la adaptación de sus instalaciones: lavabos diferenciados, vestuarios para cada sexo...

Esto fue bastante más lento, pero porque la Guardia Civil no tenía al principio los suficientes medios económicos para estas remodelaciones. Eso no se notó solo en los edificios. Como curiosidad, puede contar que la primera promoción de mujeres, aunque ya se debía haber contado con su llegada, cuando les dieron sus primeras ropas para la instrucción deportiva se encontraron con camisetas de hombre, cuando las formas corporales de cada sexo son muy diferentes. Tuvieron que encargar ropa a toda prisa. Y cuando se llega aquí (la Comandancia)  te encuentras con que no hay un vestuario, una residencia separada. Pero, con mucho tiempo, se ha conseguido que haya un vestuario separado, un aseo para mujeres... Pero todavía hay puestos muy antiguos en los que se plantea de golpe esta adaptación cuando llega una mujer. O los pabellones de vivienda, que no había específicos de mujeres y había que compartir. Ha sido más lento.

Pero esto siempre se superaba con la comprensión y el respeto de los compañeros masculinos. En mi caso, siempre he tenido un respeto total y nunca he padecido ningún problema.

Usted ha conseguido casarse y criar a dos hijos ya adolescentes. ¿Cómo han llevado la conciliación de la vida laboral y familiar?

En la Guardia Civil al principio esto no se suponía, no cabía que se pudieran adaptar los  servicios  a la vida familiar. Pero tenías que adaptarla. Yo por suerte tenía a mis suegros aquí, que me ayudaron muchísimo cuando mis hijos eran pequeños. Es verdad que dependes de mucha gente, porque tenemos un trabajo de turnos que no se adaptan a horarios normales para, por ejemplo, acudir a una guardería. Pero la evolución en estos años ha sido muy buena, y la Guardia Civil se ha movido en el mismo sentido que la sociedad a la que sirve. Ahora, la conciliación en la Guardia Civil se base en la misma regulación que tiene el conjunto de funcionarios del Estado, aunque con nuestras peculiaridades. Entre ellas, hay que tener en cuenta la unidad que tenemos de destino y el tipo de servicio que prestamos. Al final, se marca la premisa de que te adaptan horarios «si el servicio lo permite». No es igual en una unidad pequeña, donde puede notarse más la reducción de jornada de un agente, que otra más grande. Se intenta equilibrar y hay que asumir el trabajo que prestas.

Si pudiera dirigirse a una chica joven que ahora se plantee ingresar en la Guardia Civil. ¿Qué le diría?

Lo que tiene que tener en cuenta es que no es un trabajo como otro cualquiera en que se puede tener un horario estable. Te pueden llamar a las tantas de la madrugada y no puedes alegar que has terminado tu jornada. Si algo pasa, hay que salir y hay que estar. Y más cuando uno pretende ascender, porque tu responsabilidad se va haciendo mayor.

Esto es sacrificado, pero bonito. Se te puede hacer cuesta arriba en algún momento, pero cuando aparece un vecino y te agradece un servicio como encontrar a una persona mayor perdida en el campo, ese reconocimiento siempre es una satisfacción máxima.