Los manifestantes exigen un Tajo sin trasvases

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La Plataforma se quejan de que los ahorros que se producen en la cuenca son directamente convertidos en excedentes para ser trasvasados desde la cabecera

Una decenas de entusiastas toledanos ataviados con bañador, gorro y toalla playeras se unieron ayer a la Plataforma en Defensa del Tajo durante la manifestación que recorrió desde el paseo de Recaredo hasta la Plaza de Zocodover para reivindicar el respeto que merecen el río y las poblaciones de su ribera, desde la cabecera a la desembocadura.

El manifiesto final establece siete puntos que consideran innegociables, empezando por la exigencia de incoporar el derecho humano al agua y al saneamiento como criterio de prevalencia, participación y transparencia ante cualquier mecanismo y forma de gestión y control de los servicios de abastecimiento y saneamiento.

Exponen su rechazo más radical a la continuidad del Trasvase Tajo-Segura y también a la política y concepción actual de construcción de nuevos embalses y trasvases (quieren que cada territorio se adapte a sus recursos naturales).

Dan su apoyo a la gestión y control de las demandas de agua, a que se atienda la demanda de los ecosistemas fluviales, a que las concesiones incorporen la necesaria preferencia de protección del medio fluvial, a que se adopte un compromiso y una apuesta clara y transparente por una política de depuración y vertido cero.

Los líderes de la manifestación consideran que en la actualidad se padece una deficiente planificación de la depuración empeorada por los comportamientos mercantilistas y especuladores que genera la gestión del agua.

Indican que el Trasvase Tajo-Segura ha generado expectativas desaforadas de desarrollo agrario y turístico y que la gestión y planificación que se hace de la cuenca del Tajo está orientada a satisfacer cada vez mayores demandas agrarias.

De tal manera que los ahorros que se producen en la cuenca son directamente convertidos en excedentes para ser trasvasados desde la cabecera donde continúa sufriéndose la sequía y se perpetúa el subdesarrollo de los ribereños  mientras los gobiernos central y autonómicos han estado jugando un papel de oídos sordos y vista distraída.