Pinceladas en la historia

J. Guayerbas
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El legado de Cecilio Mariano Guerrero Malagón está vivo en Urda. El museo que acoge su obra cuenta con el compromiso firme del Gobierno regional para catalogar y unificar el discurso expositivo de la colección.

Sala principal del museo en Urda. - Foto: Víctor Ballesteros

Toledo en un hombre. El acertado título del catálogo de esta exposición de los años 90 en la Posada de la Hermandad compendia sin duda lo que fue Cecilio Mariano Guerrero Malagón para la ciudad del Tajo y para la pintura, la que practicó desde una perspectiva personal del arte, logrando trazar líneas para un estilo tan particular como reconocido por críticos internacionales.

La evolución del artista y sus obras más representativas, en definitiva, sus pinceladas en la historia, cuentan con un museo de referencia en la localidad natal del pintor, Urda. Los primeros dibujos y lienzos de aprendizaje dan paso a las escenas costumbristas y a los episodios taurinos, sin menospreciar una copia del apostolado del Greco.

La renovación plástica del artista cretense se asemeja a la impronta que Guerrero Malagón dejó en sus obras, que guardan una sensible influencia del genio de Toledo, algo que se advierte en la verticalidad de los cuerpos y la fatiga divina de los rostros, así como en los cielos de delirio y en los paisajes de calvario, como reseñaba sobre el artista Ernesto B. Rodríguez en un artículo publicado en febrero de 1952 en ‘La Nación’ de Buenos Aires.

Y así es la obra de este joven de origen humilde que despuntó en el arte contemporáneo descubriendo un nuevo estilo fuera de los ‘ismos’ establecidos. Guerrero Malagón cultivó una paleta lúgubre a la par que alegre, quizá reflejo de una biografía ligada al sacrificio que tras la contienda civil comenzaba a dar resultados, logrando un hueco en la sociedad artística parisina, donde formó escuela, la de pintores españoles.

«Con el bagaje de ideas que allí conseguí atesorar, me vine de nuevo a mi querido Toledo, comenzando a trabajar en mi taller del número 5 de la calle Jardines», escribe el propio Guerrero Malagón en una reseña autobiográfica que se adjuntó a otro catálogo, al de la exposición antológica que se inauguraba en 1994 en el Museo de Santa Cruz.

Dibujos y apuntes milicianos y de guerra que ahora se conservan en vitrinas en el museo de Urda plasman la visión particular del artista en este periodo que desembocaría en una faceta poco conocida del pintor, la de restaurador y tallista. La Guerra Civil dejó un panorama desolador en cuanto al patrimonio sacro, afectando a la imaginería procesional de la ciudad de Toledo.

Las hermandades y cofradías confiaron en Guerrero Malagón para recuperar el patrimonio perdido. «En mi taller reparé buena parte de la imaginería toledana (...) mis restauraciones y trabajos hicieron que empezaran a lloverme encargos, y me convertí en imaginero de los pies a la cabeza», compartía el autor en las líneas autobiográficas de la muestra antológica de la calle Cervantes.

El museo de Urda cuenta así con algunas esculturas de su hijo ilustre, como los paneles originales de las puertas del santuario que dibujó y comenzó a modelar junto a su hijo, Mariano Guerrero Corrales, el mejor discípulo y continuador de la trayectoria del maestro.

Pero la obra que constituye el grueso de la exposición permanente de Urda es la pictórica. Este año serán cientos los peregrinos que acudan al santuario con motivo del Año Jubilar, y ojalá, sean los mismos que pasen por este museo, templo de la pintura más representativa del siglo XX español, firmada por un toledano, rubricada por Cecilio Mariano Guerrero Malagón.

Las obras del museo. ‘La Academia de Argamasilla’ es la obra central de la muestra permamente que el artista donó a su municipio y a su cofradía del Cristo de la Vera Cruz. El lienzo, de grandes dimensiones, lo pintó en un aula de la Escuela Normal de Toledo, que en los años 60 servía de estudio al genio Guerrero Malagón. Esta obra de temática cervantina bebe de los versos burlescos que Cervantes sitúa en Argamasilla de Calatrava dedicados a los académicos de esta localidad ciudadrealeña.

Los académicos que el artista plasma en la tabla van acompañados de una cartela con sus nombres, ficticios y en tono irónico, como el Monicongo, el Caprichoso, el Burlador, el Paniaguado, el Cachidiablo, o el Tiquitoc. Guerrero Malagón, crítico, lanza un mensaje a los eruditos de ficción y falsos académicos fanfarrones que rodean a Cervantes aburridos y casi dormidos frente a grandes universales como Azorín, Valle-Inclán o Unamuno. También retrata al poeta Félix Ros, gran amigo del artista.

‘El entierro de Don Quijote’ o ‘Urda con Don Quijote’ cierran la temática cervantina, a la que se suman los trazos costumbristas de Toledo y sus tradiciones, como la procesión del Corpus Christi o la Semana Santa, junto a  escenas ambientadas en otras ciudades, por ejemplo Sevilla, como ‘Barbería en Los Pajaritos’ o ‘El bautizo’, máximo exponente del costumbrismo entendido por Guerrero Malagón.

‘Tragedia en Toledo’, ‘La barandilla del coro’,  y ‘Toledo apocalíptico’ cierran la colección de óleos, dibujos y apuntes que el urdeño legó como muestra recíproca de cariño.

Nuevo discurso expositivo. La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha ya ha mostrado el deseo expreso de relanzar el Museo Guerrero Malagón y así se lo ha hecho saber a los responsables de las instalaciones, la hermandad del Cristo de la Vera Cruz. El director general de Cultura, Francisco Javier Morales Hervás, asistía el pasado mes de septiembre a la ceremonia de apertura del Año Jubilar, y allí, en una comida posterior a la celebración religiosa, hizo público el anuncio.

El Gobierno regional se ha comprometido a contratar a un técnico en Patrimonio y Bellas Artes para llevar a cabo la catalogación de la obra de Guerrero Malagón y realizar un inventario de la misma, para más adelante dar un giro al discurso museístico de la muestra atendiendo a los últimos conceptos expositivos, entre otros, dotar a las salas de una nueva iluminación y medidas de exposición acordes al valor de las más de 200 obras originales expuestas.

Otra de las metas de la hermandad es que la Junta de Comunidades incluya el museo en el material promocional turístico y cultural de la región y en la red de museos de Castilla-La Mancha, potenciando así el número de visitantes que cada año pasan por sus salas. La mayoría, peregrinos que tienen en el Cristo de la Vera Cruz un referente devocional.