Gélido apoyo municipal a la Inmaculada a las puertas de que se celebre el cuarto centenario del voto

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No llegó a cuarenta el número de personas que participaron en la renovación del juramento, en San Juan de los Reyes. Ninguno de los concejales que asistió a la ceremonia leyó el juramento

Gélido apoyo municipal a la Inmaculada a las puertas de que se celebre el cuarto centenario del voto - Foto: Yolanda Redondo

El Ayuntamiento de Toledo lleva casi cuatro siglos manteniendo su defensa de la Inmaculada, dogma de fe -desde mediados del siglo XIX- según el cual la Virgen fue concebida sin pecado original. La perpetuación de esta tradición en nuestros días ha movido a colectivos como Alternativa Laica a emprender acciones legales contra el regidor de la ciudad, Emiliano García-Page, por considerar que la presencia de un alcalde en una ceremonia religiosa de esta naturaleza iría en contra del principio de aconfesionalidad del Estado recogido en la Constitución.

Sea o no a consecuencia de esta demanda, durante los últimos años la renovación de este juramento ha ido perdiendo cada vez más elementos de solemnidad municipal, desde la presencia de maceros hasta la asistencia de la mayoría de los concejales (por mucho que el año pasado encabezase el juramento la vicealcaldesa de la ciudad, Paloma Heredero). Sin embargo, probablemente no se recuerde un acto de estas características con tan escasa acogida como la que ayer tuvo lugar en el monasterio de San Juan de los Reyes.

Menos de una treintena de personas -quizá cuarenta, si sumamos los miembros del coro y los sacerdotes concelebrantes- se dieron cita en el recinto franciscano para recordar la tradición iniciada en 1617. Pese a la presencia entre los asistentes, además, de concejales tanto del PSOE como del Partido Popular, ninguno de los representantes municipales tomó parte activa durante la ceremonia, recayendo la lectura del juramento en un particular, Fernando Aranda, miembro de la Cofradía de Investigadores y académico de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

Fue él quien pronunció las consabidas palabras de apoyo a la Inmaculada: «Y así, Toledo, en voto y voz de todos sus vecinos...». Fue él quien sentenció, «juro y voto», que «ahora y siempre» asumirá la defensa del dogma «el pueblo de la ciudad de Toledo». A destacar, en presencia de los ediles de la ciudad, este fragmento de la oración de los fieles: «Para que nuestros gobernantes realicen su servicio sin mancha ni arruga, ni medias verdades o engaño».

En unos tiempos acostumbrados a recordar los hechos centenarios -el delegado de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en Toledo, Fernando Jou, suele enumerar las citas que tendrán lugar durante los próximos años, desde el nacimiento de Teresa de Jesús (2015) hasta el primer siglo de existencia de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas (2016)-, muy pronto se cumplirán cuatro siglos desde la institución de un rito que parece estar a punto de extinguirse. Desde luego, mucho más antiguo que la costumbre, de gusto más que dudoso aunque cada vez más arraigada, de empapelar la ciudad con banderas nacionales y agresivos lemas de adhesión castrense a una Inmaculada Concepción a la que, sin embargo, no se apoya en el que debería ser su contexto natural en vez de las calles y plazas públicas: el interior de las iglesias.