El árbol de la vida

Mario Gómez
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Los novilleros Ignacio Olmos y Alejandro Adame salieron a hombros de la Plaza de Toros de Mora tras un brillante festejo •El rejoneador Pablo Donat abrió la tarde y paseó una oreja

Tal y como la iconografía de este símbolo representa, la vida de un torero se asemeja al conocido como “Árbol de la vida”. El comienzo de una carrera, representado por sus profundas raíces; el aprendizaje representado por el tronco que va creciendo en dirección al cielo; las ramas, con sus innumerables bifurcaciones, representando, los cruces de caminos que se van encontrando y que obligan constantemente a tomar decisiones. La montaña rusa.

El crecimiento tanto técnico como personal de un torero debe darse de forma continua, ir progresando y haciendo frente a las vicisitudes que su carrera tiene.

La del pasado domingo fue una de esas tardes que a todos deja satisfechos, ganadero, toreros y aficionados que tras presenciar la tarde, pudieron sacar conclusiones muy positivas de lo que allí sucedió.

Porque se vio a un Ignacio Olmos capaz, capaz de saludar con muchísimo garbo con el capote a su primero. Novillo por edad pero con cuajo de toro para muchas plazas. Hambre y ganas, como mostró en el galleo por chicuelinas para poner a su primero en suerte o para quitarlo en un ceñido quite; o como cuando se lanzó de hinojos en una imagen que nos recordó a su mentor Eugenio de Mora, para en primer lugar correrle la mano y luego torear en redondo con ambas rodillas en tierra. Con firmeza, como cuando dio distancia a su oponente y se lo dejó venir con un tranco bello y lo embarcó en una muleta poderosa de trazo largo y por bajo. Muy inteligente fue acortando las distancias según el animal lo pedía,  mientras lo conducía al natural antes de sellar esta importante actuación y pasear las dos orejas. En el segundo de su lote dio otra gran dimensión. Volviendo a medir muy bien las distancias y a acompañar las embestidas así como encauzar embestidas rebrincadas de su oponente. Lástima lo tendido de la espada y el infortunio del descabello que dejaron todo en una única oreja.

El poso que va adquiriendo Alejandro Adame no es tampoco desdeñable. La frescura de su toreo contrasta con la claridad de ideas frente a sus oponentes. En clara tónica ascendente desorejó a ambos adversarios. Con un encajado saludo de capote recibió el 3º, y tras brindar al público se salió andando hacia los medios mientras metía en el canasto al utrero. Empujó a media altura las embestidas, y corrió muy despacio la mano al natural y lo llevó siempre metido por el derecho.  Concluyó la faena con una excelsa tanta de profundos naturales a pies juntos. De uno en uno. Como en pequeños sorbitos; una delicia. En el que cerró el festejo volvió a evidenciar la facilidad de manejo del capote. Quite por zapopinas y una media para enmarcar. Brindó a Eugenio de Mora, y tras ello se lo cambió por la espalda en los medios antes de improvisar una arrucina que dejó a más de uno boquiabierto. Toreó sin toro en sosegados movimientos por la plaza, para volver a encauzar a izquierdas las embestidas. Valor, voluntad, cabeza y ganas como resumen de su actuación. Un inmenso circular para completar una labor que era redonda de por sí. Cerró por luquecinas y paseó otros dos trofeos junto al ganadero.