La cerveza, «orina de rocín con fiebres»

A. de Mingo
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El embajador inglés Richard Wingfield tomó cerveza en Toledo -«muy amarga, por el lúpulo»- antes de morir en 1525 • Su consumo no se extendió en España hasta el siglo XIX, siendo satirizado por autores como Lope de Vega

Hace justo siglo y medio, durante la celebración de la Feria Anual de Toledo, que tuvo lugar en el Hospital de San Juan Bautista de Tavera del 15 al 22 de agosto de 1866, causaron sensación las doce botellas de cerveza y «limonada gaseosa» que presentó Mariano Heredero. «Hace algunos años que, arraigada en Toledo esta industria -informaba el periódico El Tajo-, ha llegado a acreditar tanto sus productos como lo están los mejores de la corte». Aunque aún faltaba mucho para que esta bebida se generalizase en las barras de los establecimientos y sobre las mesas de los toledanos -algo que no tendrá lugar hasta bien entrado el siglo XX-, nuestra provincia ocupaba a mediados del XIX la cuarta posición en número de fábricas de cerveza en España, según recogen los anuarios industriales del momento. Bien es cierto que su producción no estaba destinada a Toledo -cuyos bebedores seguían inclinándose por los tradicionales vinos y aguardientes-, sino a abastecer las fábricas de Madrid, en donde su consumo iba en aumento desde los primeros años del reinado de Fernando VII. No en vano, la primera gran marca de cerveza española, la madrileña Santa Bárbara, se creó en 1815. Treinta años después haría su aparición la santanderina Cruz Blanca, distribuida y consumida en Toledo por la que habría de ser la principal cervecera de la ciudad durante el siglo XIX, La Aurora Imperial, cuyas instalaciones estaban situadas en la Calle Sillería. Nuestra ciudad, ni más ni menos cervecera que otras capitales de provincia situadas en el interior de la Península, no había mostrado un especial interés por la bebida en siglos anteriores. Pese a la intensa vinculación entre Carlos I y Toledo, fue en Madrid donde el emperador instaló a los maestros cerveceros que hizo venir expresamente de Flandes para proveerle. Conservamos algunos testimonios sobre la cerveza que se hacía servir en su retiro de Yuste, la Mechelschen Bruynen importada de la ciudad belga de Malinas, que acostumbraba a beber en su retiro de Yuste. Helada, al parecer, gracias al contenido de los pozos de nieve. Diplomáticos y delegados extranjeros, a menudo ridiculizados por los autores españoles, como el toledano Melchor de Santa Cruz -que escribió sobre cierto flamenco que sabía calcular cuántos azumbres de alcohol cabían en su interior-, compartían la afición por esta bebida. Gracias a un médico inglés llamado Samson, que acompañó al embajador Richard Wingfield en sus últimas horas, sabemos en qué consistió su último banquete, celebrado en el tórrido verano toledano de 1525. «Comió melones y bebió vino sin agua -expresó el doctor en una de sus cartas a la cancillería de Enrique VIII-, y después bebió cerveza, que es hecha aquí muy amarga por el lúpulo, para ser preservada de la mejor manera posible contra el intolerable calor de este país». Los restos mortales de este infortunado diplomático descansan en el monasterio de San Juan de los Reyes. Salvo excepciones como esta, relacionadas con el consumo de cerveza en la corte, principalmente para embajadores y milicias de origen extranjero (como los archeros borgoñones), la mayoría de las fuentes expresaron indiferencia o animadversión por la bebida. El testimonio más conocido, del que tomamos prestado nuestro titular, es el del dramaturgo Lope de Vega en la comedia Pobreza no es vileza (1625), donde el soldado Panduro describía la cerveza como «orines de rocín con tercianas», es decir, con fiebres. Mofas como ésta fueron habituales en el Siglo de Oro. El español de a pie identificaba la cerveza con lo extranjero, con los bigotes rubios «a la flamenca». Incluso con lo femenino, que se contraponía a la bravura tradicionalmente atribuida al vino. El propio Panduro, que atribuía «mal agüero» a la bebida del enemigo, llegaba a preguntarse en la comedia de Lope de Vega: «¿Cuándo beberé con nombre / más claro que el mismo sol / aquel vinazo español / que hace barbinegro a un hombre?». Esta consideración de la cerveza como bebida de mujeres llegó a perpetuarse, en cierta manera, hasta mediados del siglo XIX, cuando Santa Bárbara o La Deliciosa -otra de las primeras cervezas españolas, asimismo mencionada en la prensa toledana- se promocionaban en Madrid como «espumas de damas». Hemos recogido en estas páginas algunos de los primeros anuncios de marcas consagradas que han llegado hasta nuestros días, como Mahou (fundada en 1890), El Águila (1900) y La Cruz del Campo (1904). La Aurora Imperial de Toledo fue anterior a todas ellas y llegó a contar con reconocimiento internacional, pues su propietario, Anastasio García Mora, sería destacado por su producto en Londres y en Bruselas. Desgraciadamente, su vida fue mucho más efímera, pues ya había desaparecido en la primera década del siglo XX. Hace alrededor de cien años, cuando la cerveza estaba ya mucho más generalizada en Toledo y los mayores pueblos de la provincia, todavía causaba cierta extrañeza su consumo, sobre todo en comparación con las estadísticas de los países del centro de Europa. El Eco Toledano, uno de los principales periódicos de esta ciudad, dedicaba un amplio espacio en 1915 a hablar de «Los alemanes y 'su' cerveza». A lo largo de dos columnas, un vecino teutón expresaba al periodista Pedro Mata Domínguez sus impresiones acerca de la capital de España: «Cuando yo vine por primera vez a Madrid, apenas se bebía cerveza. Únicamente en verano, en esos días de calor achicharrante y pegajoso, en que los pulmones se asfixian y las fauces se secan, los madrileños se dedicaban al ponche». El alemán, «después de desfogar mil diatribas y denuestos contra los infelices madrileños que no gustábamos antes de la cerveza», recogía algunos de los calificativos que los vecinos dedicaban a la bebida: «¡Qué cosas oía yo decir de la cerveza! ¡Si usted supiera! La comparaban con la hiel, con el rejalgar, con las almendras amargas... ¡Qué sé yo!». En 1913, cuando la fábrica de gaseosas La Higiénica -sucesora de La Aurora Imperial, en la Calle Sillería, 13- vendía los botellines de Mahou y Santa Bárbara a treinta céntimos, y de Cruz del Campo a treinta y cinco, apareció en otro periódico de la ciudad, Heraldo Toledano, una nueva y original alusión a la cerveza titulada «La taberna y el municipio». Se trataba de una sátira de los concejales del momento -inspirada en el monólogo La taberna y la política, de Manuel Fernández Palomero- en donde cada uno de ellos se identificaba con una bebida alcohólica. «Más arriba tienen ustedes el coñac, que es Martos; el Anís del Mono, que es Conde; el escarchao [sic, por el licor azucarado], que es Martín Cleto; el Gedeón, que es Villarreal; el recargao, que es Castellanos; la leche de viejas [aguardiente especiado, similar al resolí conquense], que es Muro, y el Marqués del Mérito, que es Arcal. ¡Olé!». La cerveza, «una engallada botella del Águila», correspondía al concejal conservador ManuelCano Gutiérrez: «Mucho ruido y... ¡taparse!, mucha espuma al esparcirse y a la media hora de tomarse ¡flato! ¡Olé!». Durante los años previos a la Guerra Civil podríamos considerar el consumo de cerveza ya plenamente desarrollado en Toledo. Nada menos que veinticinco barriles corrieron en la inauguración del bar Cervantes, en 1934. No sabemos si la cerveza elegida fue la Cruz del Campo, pero, desde luego, sus anuncios eran omnipresentes en aquellos años (derecha). En aquel entonces existían ya los grifos a presión, como los que un capitán de requetés ordenaría abrir en el antiguo Lion d'Or de Talavera de la Reina a punta de pistola -se cerraban con candado tras el toque de queda- para convidar a los parroquianos durante la Guerra. La segunda mitad del siglo XX traerá consigo la multiplicación de las cervecerías, con y sin terraza, dentro y fuera del Toledo histórico. Una de las más emblemáticas, por su variadísima oferta, es Lúpulo (Travesía del Aljibillo, 15). Durante la última década, Toledo se ha dejado seducir por la moda de las cervezas artesanales, destacando marcas tan consolidadas como Domus (desde 2007) o Sagra (2011), convertida en el principal referente español de este sector en el mercado internacional. La cerveza en el tratado del Doctor Lobera El médico de Carlos I fue el primer especialista en dedicar un amplio capítulo a la bebida · La levadura de cerveza se vendía como depurativo en las farmacias toledanas hasta bien entrado el siglo XX Aunque mucho menos apreciada que en otras zonas de Europa, la cerveza no fue desconocida en la Península Ibérica durante la época medieval. Tratadistas andalusíes como el granadino Ibn al-Jatib (siglo XIV) recomendaban cierta bebida de cebada fermentada para ser tomada durante el estío; otros, como el toledano fray Hernando de Talavera (1428-1507), confesor de Isabel la Católica y autor del Tratado sobre la demasía en vestir y calzar, comer y beber (1476), también estaban familiarizados con la cerveza. El primer autor que le dedicó un espacio considerable en sus escritos fue el doctor Luis Lobera de Ávila, médico de Carlos I, autor del tratado titulado Banquete de nobles caballeros (1530). «La cerveza, para ser buena -señalaba-, ha de ser compuesta de trigo, cebada, avena y lúpulos, que dicen en Flandes 'hierba de la cerveza'». Esta bebida «aumenta las fuerzas y las carnes, es de gran mantenimiento, aumenta la sangre, provoca orina y ayuda a hacer cámara, laxando el vientre, máxime si lleva muchos lúpulos». En este último caso, sin embargo, «la cerveza daña a los que tienen flaco cerebro, porque los embriaga, y la embriaguez [de cerveza] dura mucho más que la del vino». El doctor Lobera, que recomendaba tomarla «al principio de la comida o cena», era no obstante consciente de su limitado consumo en la España de 1530, donde el hecho de que existieran «muy buenos vinos y muy buenas aguas» redundaba en «poca necesidad de cerveza». La ingestión de esta bebida y las propiedades de su levadura -anunciada como depurativo en la prensa toledana hasta comienzos del siglo XX, como la Cerevisina Machuca, despachada en una farmacia de la plaza de Zocodover- arraigarán con fuerza en la literatura médica de la Ilustración, doscientos años más tarde. Superadas ya las burlas del Siglo de Oro -Estebanillo González, representante final de la picaresca española, hacía burla de los médicos sustituyendo por cerveza la orina de un enfermo-, serán cada vez más los facultativos que recomienden la cerveza por sus propiedades, especialmente como diurético y liberador de la inflamación de las vías urinarias. Así la encontraremos ya, por ejemplo, en fecha tan avanzada como 1926, en el periódico sanitario El practicante toledano. La primera cervecera toledana Hemos incluido dos antiguas publicidades de Cruzcampo y la Cruz Blanca para recordar la actividad como productor y distribuidor de Anastasio García Mora, fundador en 1871 de La Aurora Imperial, la primera cervecera toledana de ciertas dimensiones. Estaba situada al final de la Calle Sillería y ofrecía también la veterana cerveza madrileña Santa Bárbara, «tanto alemana o floja como fuerte o espumosa». García Mora recibió varias distinciones por su actividad empresarial, entre ellas la de ser nombrado, en 1890, miembro titular del Instituto Científico Europeo de Bruselas. También recibió una medalla de oro de primera clase en la Exposición londinense de 1892. Desgraciadamente, su fábrica de gaseosas cerraría las puertas a su muerte, en 1906. La actividad cervecera en Toledo se concentraba a comienzos del siglo XX en el eje Sillería-Recoletos, pues en esta calle tenía su sucursal otra cerveza madrileña, La Deliciosa. A escasos metros, en el antiguo monasterio de los Agustinos, estaba instalado el HotelCastilla, principal establecimiento de la ciudad para visitantes internacionales y sin duda el principal cliente de la joven industria cervecera en nuestra ciudad. Lúpulo y Monster Beer Toledo cuenta, en la actualidad, con dos establecimientos de referencia para los amantes de la cerveza. El más antiguo es la cervecería Lúpulo (Travesía del Aljibillo, número 4), que abrió sus puertas en 1997. Su carta incluye un centenar y medio de referencias y elaboran su propia cerveza artesanal. Frente a las dos décadas de experiencia de su propietario en pleno casco histórico también sería posible destacar, en el barrio del Polígono, en las proximidades del Parque de la Luz, la juventud de Monster Beer. Se trata de una tienda especializada abierta a finales del año pasado por David Guerra y Miguel Ballesteros (abajo). Relacionado con este proyecto está Cervezas Speranto, marca reciente que ofrece en Toledo tres tipos distintos de cerveza artesanal: Zamenhof (blonde ale), Blanka Tigro (weissbier, cerveza de trigo) y Birdo IPA (cerveza de temporada, India pale ale). Las cervezas toledanas hoy Durante la última década, Toledo ha sucumbido a la moda de las cervezas artesanales. Domus (2007) fue la pionera y Sagra es hoy la fábrica española con mayor proyección fuera de nuestro país. Ebora es la referencia en Talavera. Conviven con pequeñas y a veces heroicas microcerveceras que con gran esfuerzo consiguen salir adelante. A ellas está dedicado este homenaje La Sagra. Numancia de la Sagra. Sagra (y Burro de Sancho, su marca hermana, destinada a la venta en grandes superficies) hizo su aparición en 2011. En apenas cinco años ha conseguido convertirse en la cervecera artesanal española con mayor proyección internacional. Su variedad más reconocida es Sagra Bohío, intensa barley wine. Su logo está formado por las aspas de un molino y una bacía, el recipiente de barbero que Don Quijote confundió con el yelmo de Mambrino. Domus. Toledo. Fundada en 2007, Domus es una de las marcas de cerveza artesanal pioneras en España. En esta década, la fábrica de Fernando Campoy ha consolidado registros clásicos (Regia o Aurea, dos espléndidas pale ale e India pale ale), ha rendido homenaje al Greco en su centenario (con una exclusiva combinación de canela y limón con el azafrán y la almendra toledanos) y colaborado con otras cerveceras en exitosos proyectos (Pacific, SnoWhite). Ebora. Pepino. Ebora es la cerveza artesana de referencia en Talavera de la Reina y su entorno. Fábrica ligada a Fernando González, ofrece desde el año 2013 un gran número de variedades clásicas, desde una triple malta de receta belga hasta una equilibrada y clásica blonde ale, pasando por una suave stout de graduación ligera que acaba de obtener una medalla de oro en su categoría dentro del certamen Barcelona Beer Challenge 2016. Medina. Santa Cruz de la Zarza. Medina ofrece tres tipos de cerveza durante todo el año y otras tres de temporada. Gringaza, Tropical IPA y 888 abarcan desde la típica ale norteamericana hasta cuatro maltas combinadas en una intensa cerveza de ocho grados. Durante solo algunos meses al año, por otro lado, ofrecen las cervezas especiales 9 Maltas, Hoppy Lager y Vendimia, esta última con mosto de uva blanca sin esterilizar, fresca, pero con fondo malteado. Monkey Beer. Torrijos. La fábrica de Roberto y Rual Prieto conjuga la elaboración con la investigación de maquinaria automatizada para la industria microcervecera. Ofrece tres variedades: Akira (equilibrada pale ale de sabor cítrico con toques de maltas caramelo), Bill (American wheat, suave y cremosa cerveza de trigo) y Mamba Negra (American stout de casi ocho grados aromática e intensa, con sabores tostados y torrefactados combinados con notas dulces). Speranto. Toledo. Creada en Toledo en mayo de 2013, Speranto ofrece tres variedades: la blonde ale Zamenhof (su homenaje al creador de esa lengua), cerveza equilibrada, suave y refrescante; la Blanka Tigro, una weissbier elaborada con maltas de trigo y de cebada, en la línea tradicional bávara, y la Birdo IPA, una India pale ale de temporada con aromas herbales, resinosos y cítricos. Speranto impulsó recientemente la apertura de la tienda Monster Beer. Barbière. Toledo. Barbe y bière, «barba» y «cerveza» en francés, forman el nombre de esta joven microcervecera de estilo belga creada por Rubén García Mateo, ganador en la I Feria de la Cerveza Artesana de Toledo (2014). Ofrece dos variedades: Belgian White Ale (cerveza de trigo con toque de cáscara de naranja, cilantro y bourbon) y Belgian Amber Ale (cerveza malteada con aromas florales de lilas y trasfondo dulce de caramelo, miel y galleta). Yria. Noblejas. Se trata de la microcervecera de referencia en la Mesa de Ocaña. Fundada en 2011 -luego unida a Guinea Pigs!, de la que se separó en 2015 para emprender su andadura en solitario-, ha desarrollado diferentes propuestas experimentales, desde Herakles Xtra Strong Stout hasta Yria Beerbol. Su principal seña de identidad es la Yria Golden Ale (arriba), una fresca cerveza de estilo americano, con ligeros matices cítricos y lúpulo bien presente. El Oso y el Cuervo. Corral de Almaguer. Refundada en Corral de Almaguer a comienzos de este año tras haber pasado por otros lugares de la provincia, esta microcervecera a la que está vinculado Julián Lozano lleva años elaborando series muy bien valoradas dentro del sector artesano español, como Sangre de Ceres (estilo Kölsch) y Oso Negro (Imperial stout). La imagen superior corresponde a Vendetta de Malta, una red ale dulce, afrutada y malteada, como todas las suyas.