Éxito y temple de Álvaro Lorenzo en Toledo

Dominguín
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Álvaro Lorenzo cortó cuatro orejas en su actuación en solitario, que pudieron ser más si no llega a fallar con los aceros

Toledo fue y será cuna del temple español, sus espadas conocidas mundialmente por el robusto acero y sus toreros por ese prodigio que no se debe aprender y lo debe transmitir las gentes de las tierras bañadas por el Tajo. Domingo Ortega, Pablo Lozano, Eugenio de Mora y ahora el jovencísimo Álvaro Lorenzo atesoran un don de precio incalculable.
Gracias a ese preciado temple la tarde no ha acabado en la desidia, pues las faenas de los seis astados en menor o mayor medida han acabado con los utreros metidos en el canasto y la muleta del prometedor novillero.
Tarde primaveral donde las haya y gran ambiente en los alrededores de la plaza y en los tendidos. Muchos aficionados de la ciudad y de los pueblos cercanos que no querían perderse por nada del mundo esta encerrona del torero local en su plaza. Hasta el patio de cuadrillas se acercó Jesús Labrador, Delegado del Gobierno a saludar al paisano y desearle suerte en la importante tarde que le esperaba a Álvaro Lorenzo.
Aclamado por el público que congregó más de la mitad del aforo del coso de Mendigorría, Lorenzo salió a la arena con gesto serio y responsable que fue obligado a saludar una vez que rompió el paseíllo. El que abrió plaza de Garcigrande tenía tanta dulzura y buena condición como falta de fuerzas, lo que Lorenzo a sabiendas supo aprovechar. Con el capote meció al utrero de forma cadenciosa, llegando a la muleta con las condiciones ideales para el triunfo. La inteligencia del toledano unido a su innata cualidad para llevar a las reses cosidas a la pañosa le valió para centrar una faena en tandas ceñidas y encajadas por ambos pitones. Un metisaca anterior a una estocada le privo de haber cortado más de la oreja que le concedió el presidente.
Daniel Ruiz embarco un animal con cara pero peso escaso para una plaza con el ruedo tan grande. No dio pie al lucimiento en los primeros tercios del trasteo hasta que llegó el joven novillero con su muleta, ahí cambió la cosa y el animal. Desde el centro llamo al novillo al que le pasaporto media docena de muletazos con los talones clavados en la arena por delante y por detrás. La movilidad le sirvió a Lorenzo para darle distancia y torear por ambos pitones con la mano baja y desplazando al burel largo. Tuvo importancia la faena por la firmeza que mostro ante las desconcertantes embestidas del de Daniel, hasta que se apagó. El mal uso de la espada le privó de trofeo.
Al primer Alcurrucén que hizo tercero le hizo un quite ajustadísimo por tafalleras a cámara lenta rematada por una revolera enroscándose al animal a la cintura. El novillo colaboró con el único defecto de salir con la cara alta por ambos pitones, pero la firmeza de Álvaro Lorenzo dejándole tras cada muletazo la muleta en la misma cara le hizo conseguir hilvanar una faena imposible si no hubiese estado en sus manos. Se gustó en el final de faena con muletazos des desdén rematando la labor con una estocada, lo que le valió para cortar la segunda oreja de la tarde.
Pasado el ecuador Lorenzo se puso de rodilla para lancear por verónicas de salida al del Torreón que le puso en aprietos en el remate con una larga del recibo. Con la pañosa volvió de principio a la posición genuflexa y comenzó a templar al incierto novillo que transmitía emoción en cada embroque con el novillero. Bravo y poderoso una vez que se incorporó en pie el novillero, pues la movilidad del de Cesar Rincón se encontró con el temple y arrojo de Lorenzo. La faena se desarrolló en los terrenos que quiso el novillo y allí le plantó cara el novillero en una faena a cara o cruz hasta el final del trasteo con unas manoletinas ajustadas. Tras un pinchazo hondo el mal uso del descabello le privó de trofeo seguro, quedando la labor en una ovación que recogió desde el tercio.
Al quito de la tarde, otro Alcurrucén, Lorenzo lo recibió de manera garbosa con el capote pero pronto cambió la condición el burel y se puso a la defensiva hasta que de nuevo cogiera la muleta y pusiera las cosa en su sitio. A base de sobar al animal y dejarle la muleta en la cara consiguió algunos trazos limpios tirando largo del cambiante animal. Al final del trasteo con el novillo entregado, no le quedó otra a Lorenzo que tirar de valor y darse un arrimón hasta dejarse tocar la taleguilla por los pitones. Mató de estocada entera lo que le valió una oreja a pesar de que el público insistiera en que se le concediera la segunda.
Para cerrar plaza se dejó el novillo de El Freixo, el de más cuajo, peso y presencia del festejo que fue recibido por verónicas encajadas, seguido de un quite por chicuelinas con el compás abierto, tafalleras, remate con el capote vuelto y revolera que levantaron la público de sus asientos. Mucho le exigió Lorenzo al de El Juli desde el comienzo, tirando por abajo con la muleta literalmente arrastrada por la arena. El animal obedecía el poder que le imprimía a la faena Lorenzo que llegó a poder literalmente con el novillo. Fundamentada con la mano derecha, con tandas largas y rematadas por interminables pases de pecho Álvaro Lorenzo, pudo y doblegó al bravo animal que se acabó parando y el toledano tiró de valor sereno y firmeza delante de los animales. Oreja que le fue pedida por el respetable tras un pinchazo, premiando así el arrimón que tuvo que pegarse. 
Finalizó la tarde Álvaro Lorenzo con cuatro orejas en el esportón que pudieron ser más si no llega a fallar con el estoque en varias ocasiones y quizás también por que los mimbres no fueron todo lo colaboradores posibles para un triunfo sonado. No obstante otra vez Toledo respondió ante la llamada de la solidaridad y las cuatro mil personas que se acercaron a la plaza de toros, contribuyeron con la fundación del Hospital Niño Jesús.