El valor de lo hecho a mano

P. Pérez
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En vivo. Algo más de 50 talleres en vivo se desarrollarán en Farcama durante más de 5 horas diarias. El objetivo es dar a conocer a los visitantes que la artesanía tiene un valor especial por su proceso de creación, hecha totalmente a mano.

Una de las apuestas más fuertes de Farcama es la artesanía en directo. A través de talleres en vivo, que se desarrollan durante más de cinco horas diarias, profesionales de distintas artes dan a conocer al gran público las técnicas, los materiales, las herramientas, el proceso y el resultado de una pieza artesana.  

Una gran vasija de barro de estilo mudéjar irá tomando forma durante los nueve días que dura la feria en las manos del alfarero Gregorio Peño, venido desde Villafranca de los Caballeros, y con un taller que cuenta con datos históricos desde el año 1890. La vasija, fruto del ensamblaje perfecto de cinco piezas torneadas por separado, se presenta al visitante en su estado más puro, con el barro sin pulir, y sobre el que el artesano irá realizando grabados «con las herramientas que nosotros mismos creamos, bureles y paletas». De ellas saldrán grabados arabescos y cenefas de estilo mudéjar; el objetivo, que llame la atención del público porque «si lo ven, van a valorar lo que tú haces y cómo lo haces».

A su lado, un ceramista talaverano, Alberto Acosta, mostrará hasta el día 18 que con una caña y un fino pincel cobran vida las vajillas y lozas. Durante los próximos días ornamentará pilillas y platos con los colores característicos de la cerámica de su tierra, el azul y el amarillo. Acosta es un artesano joven que muestra con orgullo su trabajo, fino y delicado, que hace que cada pieza cerámica sea única. El barro cocido pasa por las manos del alfarero para recibir su pátina de color, que posteriormente se fijará al fuego, en los hornos donde se cuece la tradición talaverana, a más de 280 grados.

La delicadeza también se plasma en las labores de Rocío Lozano, bordadora de Lagartera, que se afana en un tapete en el que cada puntada lleva aparejada la tradición lagarterana más arraigada. La historia de Rocío con Farcama es reseñable, porque ha participado en las 35 ediciones de la feria, sin faltar, y siempre mostrando este arte que, además, puede contemplarse en su stand, donde «he colgado la colcha bordada de mi ajuar, es la joya de la corona de mi casa». Anima a que el público se acerque a ver «que lo hacemos a mano, puntada a puntada, no es  una pieza hecha a máquina. Es algo mucho más especial». Colchas, tapetes, mantelerías o piezas totalmente personalizadas; la aguja e hilo están a las órdenes de la imaginación de la bordadora y de su  dueño final.

Golpe a golpe se afana el tallador en moldear la madera. Antonio Sánchez es maestro artesano y recalca la importancia de cuidar estos oficios; el suyo podrá verse a través del cincel en la creación de dos piezas heráldicas que cobrarán vida durante la feria. Una vez moldeada, la madera natural se pone a disposición del cliente, de sus gustos y requerimientos, pudiendo ser barnizada o expuesta en su estado más primigenio. Muy cerca, el torno da vueltas y tornea la madera en las manos del artista Juan Carlos Jiménez de Tomelloso.

También el tintineo del yunque acompañará a los visitantes y al trabajo de los maestros cuchilleros albaceteños, que realizarán navajas clásicas a la vista de todos. Empuñaduras artesanas reciben el metal en una perfecta sintonía.

La artesanía se hace realidad en Farcama, en sus talleres en directo que demuestran que la labor artesana es un trabajo muy vivo.