Una resurrección muy rápida

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>La Virgen de la Alegría y Jesús Resucitado vuelven a encontrarse en las calles de Toledo, después de un año en el que no salieron a la calle.

Una resurrección muy rápida - Foto: Yolanda Lancha

J. Monroy | TOLEDO

jmonroy@diariolatribuna.com

La procesión de la Virgen de la Alegría y Jesús Resucitado hizo ayer un rápido retorno a las calles de Toledo bajo el tañir de las alegres campanas de San Andrés. Tras un año sin procesionar, Jesús y María hicieron una breve salida de la parroquia para encontrarse en la vecina plaza del Seminario.

Hacía frío en la plaza de San Andrés, y la procesión salió con cierto retraso. En esta ocasión fue un encuentro casi en familia, con un público más escaso que en otros desfiles, que se calló de inmediato al ver salir a la Virgen de la Alegría, vestida de negro, a los hombros de sus penitentes sin hábito. Se trata de una bella escultura del siglo XVII, con rasgos orientales, que sujeta en sus estilizadas manos un niño Jesús policromado del siglo XVIII.

Minutos después, salía su hijo, Jesús resucitado, portado mayoritariamente a hombros de mujeres. La megafonía comenzó una oración y reconoció que aunque los Evangelios no hablan del encuentro de Jesús resucitado con su madre, es de imaginar que así se produciría, por lo que se celebra la gloriosa resurrección.

La imagen de Cristo resucitado es una talla del siglo XVIII, de autor anónimo, que luce potencias doradas. Con una mano, sujeta una rama, y con la otra bendice. Va rodeado de velas y flores en su pedestal.

Primero se dio la vuelta a María y luego a Jesús. Bajada ella al suelo, la mayordoma de la Cofradía Penitencial le quita poco a poco sus ropajes negros. María quedó con un bello traje blanco decorado con clavellinas y flores doradas, que recuerdan formas artísticas foráneas, posiblemente de estilo italiano, que también aparecen en otras imágenes marianas del vecino convento de las Benitas. Se adivina entre estas vestimentas un miriñaque, elemento del siglo XVII, que ensalza la parte delantera de la figura femenina.

Alegría. El responsable de la megafonía, intentó con poco éxito que los presentes muestren su alegría a base de cantos. Luego entonó el canto Reina del cielo, aleluya, aleluya y a continuación comenzó un redoble de campanas, desde la parroquia de San Andrés, que se tuvo que oír en todo el Casco.

Madre e hijo bailaron desde sus pedestales hasta que finalmente se encontraron bajo el sonido de las campanas. Se produjeron vítores y, ahora sí, el público se implicó con los aplausos.

Cuando ambas formas volvieron al interior de la parroquia de San Andrés la Cofradía Penitencial puso a disposición de todos los presentes un chocolate para celebrar la resurrección y paliar el frescor de la madrugada.