Defensa de la contemplación

C.M.
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Los creadores Bartolomé Rey y Julián Valle muestran parte de su obra en una suerte de instigado retorno a lo natural, a los horizontes estrellados y a los páramos eternos. El encuentro, en la Galería de Arte 'Ar+51' hasta el próximo día 10 enero

Defensa de la contemplación - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

Integrantes de la misma generación y pertenecientes a la misma tierra -doliente, serena y contradictoria-, Julián Valle y Víctor Bartolomé Rey se exhiben sin rubores académicos en un conjunto de obras -independientes pero enlazadas- que, hasta el próximo 10 de enero, cuelgan de las paredes de la Galería de Arte ‘Ar+51’.

Burgaleses nacidos a escasos 50 kilómetros de distancia, en la comarca de la Ribera del Duero el primero, y en la de la Sierra de la Demanda el segundo, ambos se decantan por restaurar el valor de la contemplación -así se recoge en el título de este muestra- ante lo que casi siempre obvia el estresante devenir urbano; ese que apenas percibe la disposición cromática de los atardeceres, el que ni siquiera atiende a la calidez de la luz en los últimos días del verano.

Por ello, sus creaciones invitan a un transito necesario, a un recorrido que dispense el añorado/olvidado (ya) descanso inherente a lo natural, a los paisajes de suelo y a las realidades del cielo, a las percepciones diurnas y a las tranquilidades nocturnas. En este entramado -esperanzador- piensan ambos creadores en ofertar instantes ‘robados’ de los cielos estrellados -que a buen seguro ha contemplado incansablemente Bartolomé Rey- y de los páramos adustos -que no inhabitables- a los que Julián Valle dota de cercana humanidad.

Defensa de la contemplaciónDefensa de la contemplación - Foto: VÁ­ctor BallesterosTales son las sensaciones originadas en quien contempla, que son algunos los que dicen sorprenderse -desbordados- por la abrumadora cantidad de estrellas captadas por quien no ha enriquecido el manto celeste con su propia cosecha. De ahí que esta muestra sea una suerte de descubrimiento de lo que, lamentablemente, el común de los mortales se olvida de mirar. Y de las alturas, a los llanos de un creador que, a juzgar por sus ‘retratos’ espaciales, quiere salvar la tierra del desuso poniendo en ella su foco, exhibiendo un horizonte que permanece, que se niega a desaparecer. Pero, sobre todo, que se empeña en mantener una silueta que fue avistada mucho tiempo atrás por quienes han precedido de los presentes.

Cada uno desde su tiempo y forma expresiva, Víctor Bartolomé Rey y Julián Valle regalan -a quien así guste y por la sala pare- un trabajo técnicamente apreciable y subjetiva y sensorialmente muy recomendable. No están los días para desperdiciar oportunidades como la brindada. No está la vida para perder instantes que se diluyen ante nuestros cerrados ojos.